Estraperlo 2006
Para los que tienen perro la vivienda no es un problema. Tienen dos millones de euros y cada noche se acuestan un poco más ricos. Pueden pensar en vender su perro de dos millones para comprarse dos gatos de uno, o incluso esforzarse por adquirir un perro de dos millones y medio esperando que mañana vanga cuatro y se acuesten el doble de ricos. El problema lo podrán tener, o mejor dicho lo tenemos, los que no tenemos ladrillos (o perros) en propiedad. Algo que sin duda se debe, bien a que somos vagos, bien a que somos unos nihilistas que, por algún extraño motivo, rechazamos la bicoca nacional, esa especie de piedra filosofal que hace millonario a todo el mundo y que da de comer tanto al alcalde como al paleta y al trajeado clon de Fernando Torres que suele currar en las inmobiliarias.
Imaginemos un país en el que los sellos, o los huskies siberianos, fuesen el principal patrimonio de las familias. Que los hogares de reciente creación pagasen entre el 40% y el 55% de sus ingresos a los bancos, que financian las millonarias contribuciones a empesas estampadoras de sellos o domadoras de perros, las que a su vez tienen una red de proveedores que ha generado varios centenares de miles de puestos de trabajo en estas industrias. Buena parte de la riqueza del país no sólo se genera en este sector, sino que también es consumida en este sector. Los precios de los sellos y de los perros se han disparado en los últimos años, agudizando la propensión al consumo de sellos y perros, pero también los niveles de endeudamiento incurrido para comprarlos. Los perros y los sellos crean riqueza y nos dan simpáticos presidentes de equipos de fútbol. El uso que se de al perro o al sello es indiferente. Muchos de los perros no salen de sus casetas, y los sellos, de hecho, jamás se venden. Alrededor de un tercio de las viviendas construidas cerca de mi casa familiar en Burgos están vacías. Pero nos dicen que se revaloriza y somos más felices porque somos más ricos.
Anda como un pato, nada como un pato y vuela como un pato. Sí, un escenario así pinta como una burbuja con todas las de la Ley, como la de los tulipanes del siglo XVII, la de los ferrocarriles del XIX o la de las Terras. Se basan en la creación de una riqueza fictica a partir de aumentos de precios que no son sostenibles. ¡Craso error! La vivienda, dicen, nunca baja. Qué va. Los sellos tampoco bajaban. Al igual que los ladrillos, extrapolaban sus particularidades físicas, medibles en peso y longitud, a sus características como vehículo de inversión. Predecibles y seguras. En 1989 se calculaba que suelo sobre el que estaba construido el Palacio del Emperador de Japón valdría en el mercado tanto como todo el suelo de Canadá. El alquiler de oficina estaba en 3.000 dólares al mes el metro cuadrado. Seguramente se haya estabilizado ahí. Hoy algunas promotoras en la costa lo pasan mal para colocar obras porque, ay, el número de alemanes es finito.
Cierto es que el suelo goza de una resistencia a bajar superior a la de otros activos. Las personas tenemos la lamentable manía de vivir bajo techo. Por eso la vivienda es mejor que otras burbujas, pues está construida sobre la base de las necesidades primordiales de los ciudadanos. Nada nuevo, por otra parte, pues el almacenamiento y la especulación con alimentos no perecederos es una norma de la casa en cualquier guerra, posguerra o sequía que se precie.
Ante este estraperlo hay gente, políticos, con sensibilidad (más allá de la de sus propios bolsillos) que se plantean el problema de la vivienda. La idea estándar es repartir a diestro y siniestro perros (perdón, pisos) de protección oficial. Debe ser por aquello de creer el ladrón que todos son de su condición. Porque el planteamiento de partida no es la falta de acceso a la vivienda de gran parte de la población de 25 a 35 años, sino un lamento colectivo porque esa pobre gente no participa del gran festín y no puedo hacer lo que yo, que vendí por 60 millones el piso que me costó 30 (aunque el que me he comprado por 65 valía 34). El truco es extender el chollazo. Aunque lo entiendo. Ya nos enseñó don Francisco que nada mejor para domesticar a la sociedad que hacerla pensar que tiene dinero. Y nada mejor que un par de promociones de VPO para estimular el caciquismo y el compadreo.
Porque, metidos ya en harina política, la aportación del sector público a esta burbuja ha sido impagable. Si pasmosa es la situación en conjunto, el hecho de que las personas que no tenemos vivienda subvencionemos parte del piso a los que sí pueden o quieren comprársela me genera una vergüenza colectiva sólo comparable a la que siento cuando veo un partido de la selección española de fútbol. Vergüenza que se agrava cuando planteo el tema y me contestan "pues cómprate tú una vivienda". Pero, ¿para qué se supone que están los impuestos? ¿Para garantizar la igualdad de derechos y oportunidades o para engordar un mercado ya inflado? De nuevo el problema de la vivienda se percibe no tanto en las dificultades en el ejercicio de un derecho constitucional como en la existencia de gente que se está perdiendo la fiesta. Y de nuevo este paternalismo, el que antes levantaba edificios con materiales baratos y los remataba con placas del yugo y las flechas, el mismo que ahora nos subvenciona la cuenta de Matías Prats.
Luego está el tema del suelo. La gestión y regulación del mercado del suelo corresponde a los ayuntamientos. Los ayuntamientos obtienen del mercado del suelo la mayor parte de sus ingresos. Muchos de ellos pagan las nóminas o los conciertos de la Oreja de Van Gaal vendiendo en el mercado libre el 10% de suelo que legalmente debería ir a VPO. Un amigo me da un ejemplo de esta práctica de dudosa legalidad, concretamente de Málaga; el año pasado el ayuntamiento pedía 350.000 pesetas (sí, en pesetas) el metro de techo residencial por ese 10% que debería ser VPO. Con unas 100.000 más de coste de construcción, 25.000 de gastos generales salen 475.000. Si a un piso de 100 metros le metes eso, un muy optimista (para el comprador) margen del 10% e impuestos, acaba en el mercado por 52,5 kilos. Si el ayuntamiento hubiese hecho VPO el precio de venta máximo rondaría, pela arriba pela abajo, a 230.000 el metro, o unos 25-26 kilos. Ha duplicado el precio, pero ha sacado para Shakira, la Oreja de Van Gaal y para el estadio de fútbol. Ah, ni sé ni me importa quién gobierna en Málaga.
Eso, por encima de la mesa. Por debajo ya se imaginan. Este tema, la verdad, no hace falta explicarlo mucho. Se puede modificar la Ley de suelo, mejorar la financiación de los ayuntamientos o vestir la mona como se quiera. Pero si estoy jugando a póker y soy el que pone las reglas hay una probabilidad más o menos alta de que yo gane pasta y otros la palmen.
Paralelamente, las autoridades persiguen el fraude inmobiliario con una fiereza que me recuerda al Ejército italiano, dado que sólo acaban en el mismo bando en el que empezaron cuando se cambian dos veces. De vez en cuando decomisan unos cuadros de Miró colgados sobre una bañera y nos levantamos indignados del sofá. "Señor, estoy escandalizado: he descubierto que aquí se juega", como diría Renault en Casablanca. Después bajamos a la inmobiliaria de la esquina y piden 30 millones en blanco y 10 en negro, pero eso ya nos parece lo más normal del mundo.
¿Soluciones? Habría que estar eternamente agradecido a la ministra Trujillo por la ocurrencia de las kelifinder. Ni el mejor artista de vanguardia habría sabido condensar en una sola imagen, de forma casi poética, la voluntad de meterle mano a este tema. Con la clase política, la banca y algunas de las mayores empresas del país viviendo con viento de cola gracias al ladrillo yo, personalmente, no guardo muchas esperanzas. Las sentadas por la vivienda digna van degenerando de un fin de semana para otro gracias a la rectitud de las fuerzas del orden, a la esforzada labor de los lanzadores de litronas y al tirón mediático del presidente del Sindicato de Estudiantes.
En todo caso, por proponer que no quede.
1.- Las competencias sobre suelo pasan a ser de carácter estatal y dependientes del ministerio de la Vivienda.
2.- Gravamen especial en el impuesto sobre bienes inmuebles para las viviendas no ocupadas.
3.- Las plusvalías procedentes de la venta de viviendas desocupadas tributarán al tipo máximo del IRPF, indepedientemente de la renta, para plazos de generación inferiores a 10 años.
4.- Ejercicio de la posibilidad, ya existente en la legislación actual, de expropiar suelo por parte de la administración.
3.- Fin progresivo de la deducción por inversión en vivienda habitual. En un plazo de tres años para la inversión propiamente dicha y de seis para la inversión en cuenta vivienda.
4.- Una deducción en el impuesto sobre la renta para los gastos en alquiler es posible, pero existe el riesgo de que se traslade al precio mientras la oferta sea insuficiente.
5.- Prohibición de que las promociones de viviendas procedentes de un mismo plan urbanístico salgan al mercado de forma escalonada y con precios crecientes. Y prohibición de que en la misma promoción los precios suban a medida que avanza, de modo que el 2ºC cueste el 60% más que el 2º B sólo porque compró seis meses después.
6.- Prohibición de que los ayuntamientos vendan como suelo libre el que debería ir destinado a VPO. Con la ley en la mano, si no se vendiera nada, al menos el 10% de las viviendas que se ejecutan en españa deberían ser protegidas. Si se empezaron 800.000 en el último año, con 80.000 iríamos bastante sobraditos.
7.-Reforma, sin perjuicio de lo anterior, de la VPO. Dejaría de ser puesta en venta y pasaría a ser vivienda de alquiler a precio subvencionado para ciertos colectivos y de forma transitoria (con periodos máximos de ocupación).
8.- Mejora de la financiación de las haciendas locales para pagar el concierto de Shakira de una forma más rápida que la vía actual hipoteca-banco-promotora-ayuntamiento.
9.- Persecución del fraude y aplicación efectiva de la normativa. Porque sin eso, es como sacar otras kelifinder.
Yo no necesito acostarme cada noche pensando que duermo rodeado por 300.000 euros. Ese no es mi problema. El problema es que este país está dilapidando sus recursos en una gigantesca burbuja de cemento que dentro de 10 años servirá para albergar ratas, pues las casas que ahora están vacías seguirán vacías. Y mientras tanto la gente vivirá con sus padres hasta los 35 para, así, poder pagar al banco la mitad de su salario. Todo eso en el mejor de los casos, claro está, siempre y cuando los precios no se desplomen, arrasen como un tsunami este estúpido tinglado y dejen este país como un solar en un ejercicio de justicia. Lo malo es que esta justicia colectiva generaría una cantidad de injusticias individuales que ni el más indignado, el más cabreado con este puto país de nuevos ricos se atrevería a desear.
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