Saber perder
cada vez más lo que se celebra, exclusivamente, es el éxito, y el fracaso se desprecia –“un buen perdedor sigue siendo un perdedor”, dicen en Estados Unidos–, como si se pudiera ganar
siempre, como si no supiéramos que de victoria en victoria vamos todos a la derrota final y definitiva.
Esto lo dice Laura. Lo otro, la película documental, estaba muy bien. Un poco rollo ‘periodistas de verdad americanos’, con referencias interminables a su trabajo tipo “pues estaba yo a las cinco de la mañana leyendo la nota al pie de la página 526 del informe de auditoría de 1943 cuando vi que…”. Mejor, en todo caso, que los periodistas de verdad españoles que salen por la tele, esto es Melchor Miralles y Mercedes Milá. La Milá es más espectacular, supongo que debido al consumo de estupefacientes, pero Miralles es en sí mismo un estupefaciente, un alucinógeno. Para quien no lo sepa, fue el que se firmó la exclusiva sobre la captura de Roldán tras una dura labor de campo: bajar de madrugada al VIPS a comprar la primera edición de El País y reescribirlo en segunda edición. El mismo Melchor Miralles que produce y escribe el guión de una película sobre Melchor Miralles en la que sustituye al tío que sacó primero la información de los GAL (Ricardo Arqués, que estaba en Deia antes de ira Diario 16) por Natalia Verbeke. Melchor Miralles es un tío con éxito, eso es indudable.
Los chicos de Enron eran un poco Melchor Miralles. O bastante. Tenían éxito, y eso también era indudable. Era la compañía que más crecía, la más innovadora, la que tenía mejores contactos y la más macanuda. Pero cuando estaba a punto de quebrar la prensa era incapaz de definir qué coño era ese bicho tan grande que, básicamente, era una caja negra de la que salía dinero. Así que daba bastante igual, porque un montón de gente se estaba forrando. Los ejecutivos de la empresa, los bancos de inversión con los que trabajaba, los chicos de Wall Street y más peña. Posiblemente los que legislaron la desregulación del mercado energético. Gracias a eso Enron podía saturar el tráfico eléctrico de California para crear escasez de energía para multiplicar el precio. Sí, era una empresa innovadora. También en lo contable, pues lograba convertir una deuda en un ingreso, entre otras cosas. Ganaba mucho, pero los agujerillos del principio, de la crisis que empezó en 2000, tuvieron que taparse con más agujerillos después, porque la gente que se forraba no quería perder, no savbía perder. Después tuvo que hacer agujerotes para seguir ganando y mantenerse a la cabeza de todos los rankings. Hasta que dejó de ganar.Y perdió. Y fue la mayor quiebra de la historia de Estados Unidos. E hizo desintegrarse la mayor compañía de auditoría. Y los trabajadores perdieron sus planes de pensiones. Y a Kenneth Lay le entrullan. Y sufre mucho, el pobre.
Al final, lo de ganar y perder es relativo. Schumacher, que es el tema del artículo, trató de ganar a Alonso con una maniobra, además de reprobable, ilegal, consistente en plantar el coche en medio de la pista, con un par. Enron también hacía sus cositas, y Miralles se firmaba artículos de otro. Y probablemente alguien de su oficina, amable lector, esté malmetiendo a su jefe contra usted, o contra otra persona. Tiene un objetivo, ganar más pasta y tener éxito. ¿Algo que objetar?
Etiquetas: dame un euro, esférico, grandes primates