bannerpierre.jpg



Y allá van de nuevo...

martes, enero 30, 2007

Manías

En Diarios de Fútbol entrevistan a Enric González, una de las manías de quien perpetra este blog. Dice un par de cosas interesantes.

Todas las “historias” se hacen el domingo por la tarde, entre las 5 y las 7, esté donde esté. Bastantes están escritas a mano, sin ningún apoyo documental. Pongo lo que me apetece poner el domingo a las 5, cuando terminan la mayoría de los partidos italianos. Abundan las referencias a libros sobre fútbol (en Italia se publican más que en España) y pesan mucho las charlas con aficionados locales, pero al final triunfa lo subjetivo. Es decir, hablo de mis manías.

Con año y pico de andadura, Pierre ha tratado de no hablar en su blog de su blog, de cómo se hace y qué otros blogs visita para ver cómo hablan de esos otros blogs, de lo duro que es su mantenimiento y de qué terceros sitios visitan donde hay más de lo mismo. Pero me gusta lo que dice. Hablo de mis manías.

También dice que ha sustituido el hablar de fútbol por visitar blogs de fútbol, una costumbre que yo también he adquirido últimamente (no sé por qué, desde hace tres años en la capital de Españaza todo el mundo se ha aficionado a la F1). El que más me gusta es futbolitis, aunque reconozco que es para frikis y que Diarios de Fútbol tiene muy buenos momentos. Como el de Enric o el recuerdo de Matthew Le Tissier, uno de los jugadores ingleses con más clase de los últimos veinte años, que pasó toda su carrera en el equipo de su vida. El Southampton, por supuesto. Atentos a los primeros tres o cuatro goles. El cabrón podría llevar una bandeja de cafés en la mano derecha. Tiró 50 penaltis en partido oficial y sólo falló uno.


Etiquetas: ,

viernes, enero 26, 2007

Metro

Cosas buenas que pasan en el metro:

La gente que se va riendo sola.

Los comentarios: “Joder, parecen orcos” (referido a la gente que se apelotona en el andén antes de asaltar el vagón.

Los momentos de solidaridad, espontánea y multitudinaria, con guiris perdidos.

Encontrar un momento de paz en un andén que queda semivacío al desaparecer el tren, mirando el balanceo de los carteles indicativos del transbordo.

Que un francés te regale siete viajes porque ya no los va a usar.

Escuchar conversaciones ajenas

Fijarte en los tíos que se fijan en las tías buenas. O fijarte directamente en las tías buenas, qué narices.

Leer el periódico del vecino, que parece más interesante que cuando lo llevas tú. De hecho, es recomendable rechazar el gratuito que te ofrecen al entrar y mirarlo de reojo después.

Que alguien le ceda el sitio a una supuesta embarazada que resulta ser sólo una amante de la cerveza… Y compartir el recorrido varias estaciones.

Etiquetas: ,

miércoles, enero 24, 2007

Noticia de impacto

Y, ya que estamos con periodismo, aquí va la nota de prensa bizarra del día. Del Ministerio de Agricultura:

El 17 por ciento de la población consume aceitunas casi todos los días.

El 17 por ciento de la población consume aceitunas de mesa todos o casi todos los días según un monográfico presentado por la Directora General de Industria Agroalimentaria y Alimentación, Almudena Rodríguez, en Sevilla, y elaborado por el Observatorio del Consumo y la Distribución Alimentaria del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación.

La mayoría de los consumidores suele adquirir aceitunas con frecuencia. Los entrevistados con edades entre 46 y 55 años son los que compran aceitunas en más ocasiones, y por comunidades, Murcia y Extremadura son las que adquieren más frecuentemente este producto, y La Rioja y Navarra las que menos. Casi seis de cada diez entrevistados las consume, como mínimo, una vez por semana. Por el contrario, los que no comen aceitunas, justifican su decisión en no gustarles el producto.

Entre los diferentes tipos de aceitunas, las verdes son las preferidas, una elección que se hace especialmente relevante en el caso de Galicia. Las moradas son las que menos se consumen. Además, la mayoría las prefiere con hueso, en segundo lugar destacan las de sin hueso y las rellenas de anchoa. Por la variedad, las preferidas son "Campo Real" y "Manzanilla".

Según este monográfico, la aceituna se consume principalmente en el hogar. Un 71 por ciento la toma con ensalada y casi un 58 por ciento sola. La cerveza es la bebida que más se asocia al consumo de este producto, seguida del agua. Este resultado puede asociarse al hábito que existe en la restauración de ofrecer un aperitivo con el consumo de una bebida.

Para los encuestados el precio de la aceituna es uno de los factores determinantes a la hora de realizar la compra. Cabe destacar el elevado porcentaje de los encuestados, casi un 92 por ciento, que consideran a la aceituna de mesa como un producto saludable.

Comparada con otros aperitivos como las patatas fritas o frutos secos, los distribuidores entrevistados observan una evolución positiva de la aceituna de mesa tanto en calidad, como en variedad, envases y precio, dando una puntuación media de seis sobre diez.

Etiquetas:

Hasta la vista

Llego esta mañana al trabajo y leo que ha muerto Kapuscinski. Mierda. Ahora tocará, ya saben, los halagos unánimes y más que merecidos por parte de periódicos y periodistas de todo pelaje, a los que nos sumaríamos si tuviésemos algo original que decir. A él, que era la conciencia del periodista en una época muy jodida para la profesión, le reventaría este hecho, el de morirse como una especie de 'buen periodista oficial' con necrológicas estándar en todos los diarios, los mismos cuyos vicios están matando el oficio el mismo día que publican su necrológica.

Confiaba en encontrar por internet citas suyas, pero apenas he encontrado una página decente. Bueno, a mi se me quedaron grabadas dos: "El nacionalismo es algo intrínsecamente malo por dos motivos. Primero por creer que unas personas son, por su pertenencia a un grupo, mejores que otras. Segundo, porque cuando el problema es el otro, la solución implícita de este problema siempre será el otro". Y otra, "La guerra es el fracaso del hombre".

Etiquetas:

lunes, enero 22, 2007

La Gran Revancha

Una Sabatina más de Gregorio Morán en La Vanguardia, con extra de queso. Muy recomendable. Destacaría algo, pero la expresión "no tiene desperdicio" viene aquí pintiparada...

El pasado 18 de diciembre, bien entrada la tarde, el cecijunto presidente del Partido Popular, Mariano Rajoy, y su secretario general, el humorista Ángel Acebes, con la meliflua compañía de Ana Botella, de profesión sus labores, asistieron al parece de buena gana a un bautizo. Había abundante público; la variada canallesca en su facción hirsuta, bastante macizo de la raza cosecha del 75, y mucho adosado. El acto pasó desapercibido al conjunto de la prensa guerrera salvo la incólume Tribuna de Salamanca. Y yo, como siempre, me enteré tarde; apenas ayer. Ahora bien, informado debidamente del acontecimiento puedo asegurar que el recién nacido expuesto ante el público allí congregado resultó un monstruo; un ser informe, despreciable, como el aborto de unas ratas, efímero porque está llamado a morir de consunción y sin esfuerzo alguno, ni siquiera como aquellos hijos que antaño ponían en el torno de la inclusa para que las monjitas trataran al menos, ya que no de hacerles el milagro imposible de insuflarles sangre y vida, donde solo había saliva y excrementos, si de enterrarlos bajo la sagrada protección. Aunque se fueran al limbo. ¡No me gustaría a mí ni nada escribir un artículo sobre el limbo ahora que el Vaticano lo da por amortizado! Osaría titularlo, Fulgor y muerte del limbo en la sociedad española, y tendría nichos específicos para la cultura y la inteligencia patria. Me fascina el limbo, empezando por el nombre, Lim-bo.

El monstruo bautizado era un libro y llegó al bautismo con el nombre de La Gran Revancha, lo que es menos que una basura y más que una ofensa a la inteligencia. Nace, es un decir, de una pareja que lo avalan, Isabel Durán y Carlos Dávila, porque afirman incluso haberlo escrito, cosa cada vez más cuestionable en este tipo de bazofia editorial, donde las grandes empresas colocan a un machaca que hace todo el trabajo, y luego se buscan a los golferas mediáticos, que están a la que saltan, para firmarlo. No tengo ni idea de quién es Isabel Durán o al menos no la recuerdo de nada como no sea de otro engendro, del que apenas si pasé de las veinte páginas, un libelo contra Xabier Arzalluz, especialmente recomendable para descerebrados, y que escribió a cuatro manos con su anterior pareja, Pepe Díaz Herrera, supernumerario de historias vascas para ignaros, de quien dudo mucho que sepa donde está Mondragón. En esta ocasión también Isabel Durán escribe a cuatro pies y firma a cuatro manos, y con varón, lo cual quizá indique una propensión a mezclar sexo y oficio que no augura nada bueno. Respecto a Carlos Dávila, veterana plumilla de alquiler, bastaría decir que es un tipo malo de natural, tonto a tiempo completo y con dificultades en el manejo del sujeto, verbo y predicado. No sabe escribir, razón por la cual se especializó en entrevistas televisivas, fórmula que merecería un estudio comparativo: ¿quién tuvo los entrevistadores más babosos, los socialistas o los populares? Excluyo Catalunya donde sería ofensivo hacer la pregunta. Pujol consiguió algo magistral, y es evitar al entrevistador, cosa con algunos precedentes en la historia del periodismo mundial no muy recomendadas: él redactaba las preguntas y las respuestas.

Reconozco que me conmovió saber que la dirección del segunda partido de España era capaz de avalar con su presencia un libro despreciable y que lo hacía con absoluto descaro en un marco incomparable, el aula magna del CEU San Pablo de Madrid. La cúpula intelectual del Opus Dei dando cobijo a menudillos de animal intelectual indeterminado. Algo así como quien vuelve a aquellas sesiones de Consejo Superior de Investigaciones Científicas de los primeros años cuarenta o cincuenta, donde las acémilas graduadas podían permitirse cuantas licencias quisieran siempre que fueran desbordantes de infamias. Yo recuerdo una que aún me conmueve -la leí, por suerte no la viví- y es la demostración académica, ovacionadísima por el público presente, de que la Inquisición tenía razón frente a Galileo Galilei. Si me animo algún día se la cuento.

Estamos ante un problema que trasciende a la residual historia del libro, de los lectores y de la crítica, para adentrarnos en el meollo del poder. La política. Esa pareja de amanuenses incluye en su infumable texto todos los tópicos que uno creía desterrados en España de cualquier debate entre adversarios políticos. Por ejemplo, la masonería. En su obsesión lacayuna por demoler a Rodríguez Zapatero hasta su primera generación, ¡aparece la masonería! Me parecía estar leyendo aquellos textos de Fray Justo Pérez de Urbel -que por cierto había redactado Carlitos Alvarez Cándido, el elogiado plumilla de todas las miserias- sobre el judaísmo, la masonería y el comunismo. Se trata de una especie de ataque, escrito con los pies, por supuesto, y con abundantes pruebas de que están tocando de oído por más esfuerzos que habrá hecho la editorial para que cojan el compás. (Hay una referencia a Roger Garaudy, al que ellos llaman Robert, que descubre la impostura de alguien que no tiene literalmente ni zorra idea de quién están hablando.) Esta parejita sabrá mucho de misas y banquetes, pero de la izquierda lo desconocen todo. Pero el asunto es otro, ¿cómo es posible que el PP bautice a basureros como si se tratara de basílicas? Ahí esta el tema.

Todos los tópicos de la Derechona, con esa desvergüenza que te desarma. Ahora resulta que estos caballeros que no perdonaron a Adolfo Suárez su ejercicio de supervivencia, le reivindican. Conviene repetirlo, y habrá que desarrollarlo por lo menudo: a Adolfo Suárez lo liquidaron los conservadores de su propio partido, acaudillados por Herrero de Miñón, que se pasaría a Fraga Iribarne con armas y bagajes para constituir el invernadero donde crecerían los Aznar y Rajoy que les pagarían con la misma moneda con que ellos saldaron a Suárez. Cada vez que escucho la expresión el espíritu de la transición me quedo perplejo. Ahora resulta que el espíritu de la transición reivindicado por estos aparcacoches de la ideología consiste en no utilizar la Guerra Civil ¡y los 39 años de franquismo! en la pelea política. Es decir, que volvemos a la perversidad de principio según la cual escribir en franquista era lo mismo que escribir en antifranquista. Y luego el laicismo anticlerical, esta tautología estúpida de los meapilas, según la cual exigir que se retiren los signos religiosos de las escuelas públicas, es anticlericalismo.

Terminada la transición democrática, la derecha española vuelve al poder tras la quiebra socialista, Una quiebra, conviene recordarlo, no sólo política, sino ética, ideológica y cultural. Al socialismo español en su última etapa de gobierno sólo le quedaba el temor a una derecha bronca y revanchista. Y no fue así, al menos en principio. La derecha que se había construido a duras penas entre la laminación de Adolfo Suárez y el elogio avinagrado a Fraga Iribarne, negoció y pactó y se reconcilio con sus congéneres, que no otra cosa eran los nacionalistas en Catalunya y Euskadi. ¿Se han olvidado ya de los elogios en la intimidad de Pujol y Arzalluz hacia Aznar? Eran más que socios, eran cómplices. Ellos le facilitaron la mayoría absoluta, y surgió el sobrado que llevaba dentro.

Estamos metidos en un lío peculiar. Mientras los reclutas del socialismo dirigidos por el vendedor de humo no acaban de admitir que vencieron en una lid legítima, pero al calor de la quiebra aznarista por la guerra de Iraq y la fallida manipulación de los atentados islamistas. Sin este reconocimiento, que es obligado, el vendedor de humo se creerá como un talento político excepcional que surgido de la nada en la paramera leonesa para transformar España con talante emprendedor y sonrisa de recluta. Pero si a esto le sumamos la obsesión por la Gran Revancha de los populares, apeados del poder que ya acariciaban con la yema de los dedos, tras una decisión estratégica insólita en la historia de España durante todo el siglo XX -protagonizar una guerra exterior, algo que sólo se le podía ocurrir a un tipo como Aznar, carne de sillón psicoanalítico. El poder es una droga más poderosa que el caballo, y probablemente no tenga otra cura que la muerte.

No hay nada que demuestre mejor la textura de las dos clases políticas enfrentadas en 2007 que su actitud ante el acontecimiento más crucial de la reciente historia. La masacre del 11 de marzo en Madrid. Para Zapatero y sus chicos apenas afectó a su victoria, que les parecía cantada, lo cual es una frívola petulancia de payaso provinciano. Para el Partido Popular hubo una conspiración entre ETA, los islamistas y el PSOE para desbancarles del poder. Pero fíjense bien; esta idea, por llamarla de alguna manera, conspirativa de la historia bebe hasta las heces en el mundo del franquismo y de la vieja derecha que tenía en Carrero Blanco y sus obsesiones sobre la judería y los masones, a su más egregio representante. No es extraño que personajes que trabajaron en los servicios de espionaje de Carrero Blanco, como Joaquín Bardavío, vuelvan ahora a tener su oportunidad. Son los mismos que inventaron la conspiración etarra-comunista para la liquidación del Almirante. Lo que sorprende es la capacidad de la gente para creer lo que acucian los deseos y niega la realidad.

Que la dirección del Partido Popular y la mayoría de su cúpula dirigente esté anclada en la teoría de la conspiración etarra-talibán refleja uno de los ángulos más inquietantes de la situación, aquel que convierte a una oposición política en una partida de gañanes filibusteros salidos de las entrañas del franquismo, o formados a partir de ahí, para quienes los Peones Negros del ex militar Del Pino, los supuestos 100 enigmas del 11 de Marzo, convierten la alternativa conservadora en una amenaza de los restos de todos los naufragios de la derecha.

La Gran Revancha de quienes no perdieron sólo el poder sino el honor y la vergüenza. Seamos claros y rotundos: la teoría de la Gran Conspiración es lo más parecido que conozco a los Protocolos de los Sabios de Sión. Queda no obstante la Gran Revancha, esa pelea racial, moral, a garrotazos entre el sangriento macizo de la raza, nunca extinguido, y el vendedor de humo con el lirio en la mano y la sonrisa estúpida en la boca. Cualquiera de los dos amenaza con helarnos el corazón.

Etiquetas:

jueves, enero 18, 2007

El enemigo


Aquí, el enemigo. Chanclas, en un día de finales de otoño o principios de primavera. Un chándal cutre de los que se usan para pintar las paredes. Una gran tripa, una camiseta o sudadera y un forro polar por encima. Una mochila-macuto desproporcionada.Lo más parecido al campo que ha visto este tío hasta el día de la foto habría sido el parque donde él o sus compañeros hacían botellón hace no tantos años.

No lleva uniforme, y su presencia es lamentable. Está calvo pese a ser joven. No da miedo. No tiene una particular cara de malo. Más bien de currante de la tienda que abre hasta tarde, o de empleado que carga mercancía en Mercamadrid a primera hora. Pero es el enemigo. Lo quiere hacer notar, con una barba pasada de rosca y artificial, la barba de alguien esforzado en su propósito de parecer terrorista.

Se habrá fijado, sin duda en las imágenes de los terroristas repetidas hasta la náusea en las televisiones. Tendrá envidia de las estúpidas fotos de bin Laden a Caballo, o de esos cutres vídeos caseros de entrenamientos en Afganistán en la que terroristas como él arrastran las barrigas por el barro por primera y última vez como han visto en las pelis americanas, para que así alguien pueda colgar el vídeo en internet. Probablemente el sujeto se haya bajado de internet folletos para construir bombas, y entra cada noche en páginas integristas. Probablemente haya cambiado el comportamiento en su ámbito más cercano, probablemente ahora mire con desprecio a la hija de los vecinos, tan inglesa ella, y probablemente observe Gran Hermano y las pelis guarras del canal local para reforzarse en sus obsesiones. Pero ya sabe qué apariencia necesita, o cree necesitar, para pasar de ser un puto empleado de carnicería al asesino de decenas de personas, a alguien que destroza las vidas de cientos más, alguien que sale en los telediarios.

Se va de excursión y se disfraza de comando y se hace fotos, fotos como ésta porque, en realidad, se trata más de las fotos que del absurdo entrenamiento; necesita sentir que su pulsión asesina forma parte de algo más. Que no es sólo matar por matar como ha visto en la tele. Que está en una guerra. Y el día de puente se pone su chándal y sus chanclas y llena la mochila y se hace las fotos con sus compañeros. Después se volará por los aires para asesinar a personas que, antes de morir, rezongaban en el asiento del metro, jugueteaban con el iPod, miraban a la chica guapa de enfrente, leían el periódico, pensaban en el partido del Arsenal o venían cabreados de trabajar.

Actualización: El sujeto de la foto es Muktar Said Ibrahim, uno de los acusados de planear el fallido atentado terrorista del 21 de julio de 2005 en Londres, dos semanas después de las bombas en el metro. Las fotografías corresponden a un viaje al campo que hizo este individuo con otros cuatro acusados por esta trama. La fotografía fue tomada no por ellos, sino por los servicios secretos británicos.

Etiquetas:

lunes, enero 15, 2007

1 de enero

El 1 de enero es como un domingo a lo bestia. Acostado y levantado tarde, con resaca, sin nada ninguna perspectiva más que dejar pasar un día que no sirve para nada. Y, con todo, si por te toca currar estás puteado. Aunque sea el día más aburrido del año. Hay que pasar obligatoriamente por el día 1 para poder vivir el 31 o el 2. Porque el 2 de enero o es trabajo o es fiesta, pero no es ese lamentable epitafio llamado Año Nuevo.

El domingo, en todo caso, ya es un día difícil. Cuando empecé a vivir solo, hace ya demasiados años, terminaba siendo un pre-lunes: levantarse tarde y con resaca, comer espaguetis, jugar videojuegos, ver un partido en diferido, quedar a tomarse algo (o a ver más fútbol), cena, tele y a tomar por culo la mitad del fin de semana. Alternativamente quedas a tomar unas cervezas antes de comer y te lees el periódico, prueba del nueve de que te has hecho mayor. Se trata de cambiar una cosa por otra, porque el sábado o te has ido al cine o te has tomado “la copa tranquila” porque mañana alguien iba a ir al Rastro.

Modificas la toma del biberón para hacerla más compatible con una fisiología algo más deteriorada, pero el fondo es el mismo. Porque vuelves de las cañas y toca tirarse la siesta o a matar marcianos o lo que sea para hacer tiempo antes de lo que importa de verdad, los goles de la jornada. Hay quien tiene comida familiar el domingo, elemento que cambia parte de la rutina. Y otros, que somos de fuera, asociamos el domingo bien al infernal olor, mezcla de meada y escape de motor, de las estaciones de autobuses, bien al soniquete de Pepe Domingo Castaño en el coche. Pero ni la comida ni el viaje afectan a la sustancia del domingo. Cambien los espaguetis por la paella o el sofá por el autobús. El domingo tiene una tendencia natural a la rutina.

Por eso lo único que se puede hacer contra los domingos es luchar. Y la disciplina es condición necesaria para ganar esta batalla. La rutina se mata con más rutina o, mejor dicho, con anti-rutina, es decir, cosas que molan pero que difícilmente haríamos de no ser porque nos lo hemos propuesto antes.

El 1 de enero. El superdomingo. Saltos de esquí, comer con la familia… ¿Y luego qué? Tragarse Rex (la película) o echarse una siesta de las que garantizan una noche en vela. Algún 1 de enero en Burgos me he ido con mi primo a La Pécora. Otra gente sale al campo a andar. Es una buena idea, aunque tenga ese punto de autodisciplina “vamos a hacer algo, joder”. Si no, vas a currar el 2 con la sensación de que el primer día del año es el peor.
Si son tan vagos como un servidor, escúchenme, por favor. La mejor forma de disfrutar un domingo perro, de esos en los que la labor más productiva de la jornada es bajar a comprar gominolas, es mantener una cierta tensión en otros domingos. Porque si no, queridos niños, el comprar gominolas y visionar el Hamburgo-Hertha Berlín se convierte en una rutina más jodida todavía que el primer café de máquina el lunes por la mañana, y todo eso deriva en un insano deseo de hacer otras cosas que puede conducirles a las mismas calderas de Pedro Botero. Al centro comercial.

Etiquetas:

jueves, enero 11, 2007

Doctor Strangelove

En Teléfono Rojo, Volamos hacia Moscú, el “dispositivo del juicio final” es el arma definitiva construida por la Unión Soviética. Un sistema automático imposible de desconectar que detona una bomba capaz de destruir el mundo si detecta un ataque nuclear estadounidense. El presidente de Estados Unidos (o, mejor dicho, el presidente de LOS Estados Unidos), Merkin Muffley, insiste: “¿No se puede desconectar?” y el Doctor Strangelove, el ex científico nazi de la silla de ruedas, replica: “Obviamente, pues si se pudiese apagar el arma no tendría sentido”.

Es el corolario, ficticio, pero obvio también, a la política de la destrucción mutua asegurada, dentro de la particular lógica de la Guerra Fría según la cual ser capaz de destruir el mundo tres veces no era suficiente, pues era necesario poder hacerlo aun después de un ataque nuclear. Strangelove, cuando ve venir la guerra, prevé que la humanidad vivirá en cuevas durante 100 años después del Día D, de modo que propone guardarse armas nucleares para después… dado que los soviéticos también lo harían.

La destrucción de la humadidad como objetivo es un absurdo desde cualquier punto de vista, excepto desde la lógica de la propia disuasión nuclear. El Doctor Strangelove tiene razón una vez más:“Lo que no entiendo es cómo disponiendo del arma disuasoria definitiva lo han mantenido en secreto”, a lo que el embajador ruso responde “Bueno, lo anunciamos en la asamblea del comité central del partido”. Y es cierto, es el arma definitiva funciona siempre y cuando no se pueda desenchufar (o el otro piense que no se puede desconectar). La lógica del choque de carneros.¡Boia chi molla!, la consigna mussoliniana, ¡perro el que afloja!

Estos días me llama la atención hasta qué punto esta lógica de la Guerra Fría está enquistada en nuestro cerebro, de qué forma todos somos un doctor Strangelove en potencia. En qué medida consideramos natural llevar una disputa hasta el extremo, hasta la destrucción total, incluida la nuestra, con tal de no aflojar. Los luchadores del pueblo que heroicamente vuelan edificios con opresores inmigrantes ecuatorianos dentro quieren decirnos que tienen un dispositivo del juicio final. Pero, no nos engañemos, cuando la gente se alegra de las bombas pero no de los muertos, o cuando alertan a los ecuatorianos sobre sus compañías (con una razonable tasa de éxito) o cuando, en un alarde de altura de miras, el aspirante a sheriff dice que una manifestación por la paz y contra el terrorismo divide España... cuando pasa todo eso alguien está agitando el Doctor Strangelove que tenemos dentro.

Etiquetas:

miércoles, enero 10, 2007

Cuerpo danone

Uno de nuestros blogs favoritos, El sabor del cerdo agridulce, ha optado últimamente por hacer sociología urbana a partir de pintadas que fotografía a pie de calle, en plan reportero de guerra con los bajos de los pantalones impregnados del barro de la trinchera. Pierre Nodoyuna también piensa que te enteras más de qué pasa con las pintadas que con los periódicos. Una vez, hace muchos años, vi una en Madrid que ponía, "Polanco cabrón", y me quedé bastante a cuadros. Por el aspecto teórico del asunto, que dirían en Amanece que no es poco. Iba con Jordi. y este verano, al lado de casa de los padres de Jordi, en Barcelona, me enseñó esta espectacular pintada. No recuerdo el contexto, esto es, la actividad comercial del local de marras.


Etiquetas:

jueves, enero 04, 2007

Torino

No es la primera vez que citamos a Enric González y sus historias del calcio, ahora imitadas por John Carlin, un señor que nunca relata cosas normales o proporcionadas. Seguro que no será la última.

No viene al caso, pero a veces venir al caso no viene al caso. Será por eso que las modas sólo resultan interesantes cuando se han pasado.

Un cierto tipo de belleza

Ninguna victoria es tan bella como un buen fracaso. Eso es un axioma, una verdad tan evidente que no requiere demostración. Basta recordar la puerta que se cierra y condena a Ethan Edwards a seguir vagando (Centauros del desierto), a Anna cuando pasa frente a Holly Martins y no le mira (El tercer hombre), a Richard Blane cuando despide a Ilsa Lund y se queda en el aeropuerto con Renault (Casablanca). O algo más terrible: la multitud de sombras andantes con que se cierra Espoir, la película de André Malraux sobre la guerra civil española. La derrota, en ciertas circunstancias, convierte la dignidad humana en un cristal purísimo.

El Torino, ya lo hemos dicho otras veces, es el vencido más hermoso del calcio. Su historia resulta irreprochable. El momento fundacional del mito del Toro fue probablemente el partido Torino-Legnano de 1921, semifinal de una Liga que entonces se disputaba por un sistema mixto de eliminatorias y grupos. El Torino y el Legnano, empatados a puntos, disputaron un encuentro para decidir quién llegaba a la final, pero los 90 minutos acabaron en empate a uno. En la prórroga, de 60 minutos, no hubo goles. El árbitro ordenó entonces que se jugara otra media hora. A los ocho minutos de la segunda prórroga, agotados, ciegos, los jugadores de ambos equipos protagonizaron un célebre beau geste: dejaron el balón quieto en el césped, se dieron la mano y renunciaron a seguir en la competición.

Artículo completo aquí.

Etiquetas:

martes, enero 02, 2007

El observador

Me compraron hace un mes y medio una pantalla de ordenador, plana y grande. Al igual que los macarras se compran teles desproporcionadas o tunean los coches, a otros nos da por monitores de 19 pulgadas que, sí, sabemos que son una horterada a ojos de los verdaderos frikis, pero nos da igual porque lo llevamos con la misma dignidad que otros se ponen chándal el domingo. Y por similares razones de comodidad, bien o mal entendida. Ande yo caliente y ríase la gente.

La conecté para ver qué tal se veía y, efectivamente, las cosas son más grandes. Todo en orden. Veo algo. Un minúsculo destello verde eléctrico en la parte inferior izquierda, más o menos a las ocho de la tarde. Minimizo la pantalla y ahí sigue el puntito verde, apenas apreciable si no te fijas. Un píxel estropeado. Un pequeño agujerito, del todo insignificante.

Llevé la pantalla a la tienda. Con algo de pudor, pues siempre he despreciado a los capullos que se sienten fuertes y libres cuando gritan indignados a un currante de gran superficie. Pero la puta motita verde no me gustaba, y pensé que me lo cambiarían. Pues no. “Si es un píxel el fabricante no lo acepta. Sólo a partir de tres píxels”, me dice el dependiente como si fuese algo obvio, de sentido común o cultura general. Sugiriendo implícitamente que agarrase martillo y escoplo y me dedicase a la erosión acelerada de píxels. Pero, como se imaginan, bajé las orejas y disciplinado volví con mi puntito verde.

Desde entonces me mira. Ustedes, supongo, notarán de vez en cuando la sensación de sentirse observado. Pues eso. Hay alguien o algo al otro lado de esa pantalla. Algo que mira a través de ese único agujerito de verde eléctrico. Afortunadamente cuando apago el ordenador el puntito verde se apaga. Por eso pienso que el observador no es la pantalla en sí misma, sino algo que está detrás.

Una vez, jugando al fútbol, me dieron un balonazo en un ojo. Bueno, en realidad, el balonazo me lo di yo solo; tiré cuando el portero se me había echado encima y el balón me golpeó rebotado. Por eso no lo pude esquivar. Además de mucho daño, me hizo un agujerito en la retina. Y, aparte de tener que ir con la pupila dilatada en pleno mes de julio (echándome gotas, no piensen mal), tuvieron que darme en el hospital un rayo láser para cicatrizar el agujerito. El agujero no se puede reparar, se quedará conmigo para siempre. Pero los señores oftalmólogos pueden controlar que no se expanda esta extraña herida. Te ponen la cabeza en un soporte, te tapan el otro ojo y tú miras fijamente al frente. Tienes miedo de mover el ojo o pestañear, porque te dicen que no lo hagas y, caray, te están apuntado con un laser a la retina. Estás unos segundos tenso hasta que oyes una especie de click-click, y en la oscuridad de la máquina unas ráfagas del mismo verde eléctrico del píxel resplandecen, sin llegar a deslumbrar.


Actualización: He conseguido fotografiar el píxel... (Mil Gracias, Enric)

Etiquetas: ,

pierre.gif