1 de enero
El 1 de enero es como un domingo a lo bestia. Acostado y levantado tarde, con resaca, sin nada ninguna perspectiva más que dejar pasar un día que no sirve para nada. Y, con todo, si por te toca currar estás puteado. Aunque sea el día más aburrido del año. Hay que pasar obligatoriamente por el día 1 para poder vivir el 31 o el 2. Porque el 2 de enero o es trabajo o es fiesta, pero no es ese lamentable epitafio llamado Año Nuevo.
El domingo, en todo caso, ya es un día difícil. Cuando empecé a vivir solo, hace ya demasiados años, terminaba siendo un pre-lunes: levantarse tarde y con resaca, comer espaguetis, jugar videojuegos, ver un partido en diferido, quedar a tomarse algo (o a ver más fútbol), cena, tele y a tomar por culo la mitad del fin de semana. Alternativamente quedas a tomar unas cervezas antes de comer y te lees el periódico, prueba del nueve de que te has hecho mayor. Se trata de cambiar una cosa por otra, porque el sábado o te has ido al cine o te has tomado “la copa tranquila” porque mañana alguien iba a ir al Rastro.
Modificas la toma del biberón para hacerla más compatible con una fisiología algo más deteriorada, pero el fondo es el mismo. Porque vuelves de las cañas y toca tirarse la siesta o a matar marcianos o lo que sea para hacer tiempo antes de lo que importa de verdad, los goles de la jornada. Hay quien tiene comida familiar el domingo, elemento que cambia parte de la rutina. Y otros, que somos de fuera, asociamos el domingo bien al infernal olor, mezcla de meada y escape de motor, de las estaciones de autobuses, bien al soniquete de Pepe Domingo Castaño en el coche. Pero ni la comida ni el viaje afectan a la sustancia del domingo. Cambien los espaguetis por la paella o el sofá por el autobús. El domingo tiene una tendencia natural a la rutina.
Por eso lo único que se puede hacer contra los domingos es luchar. Y la disciplina es condición necesaria para ganar esta batalla. La rutina se mata con más rutina o, mejor dicho, con anti-rutina, es decir, cosas que molan pero que difícilmente haríamos de no ser porque nos lo hemos propuesto antes.
El 1 de enero. El superdomingo. Saltos de esquí, comer con la familia… ¿Y luego qué? Tragarse Rex (la película) o echarse una siesta de las que garantizan una noche en vela. Algún 1 de enero en Burgos me he ido con mi primo a La Pécora. Otra gente sale al campo a andar. Es una buena idea, aunque tenga ese punto de autodisciplina “vamos a hacer algo, joder”. Si no, vas a currar el 2 con la sensación de que el primer día del año es el peor.
Si son tan vagos como un servidor, escúchenme, por favor. La mejor forma de disfrutar un domingo perro, de esos en los que la labor más productiva de la jornada es bajar a comprar gominolas, es mantener una cierta tensión en otros domingos. Porque si no, queridos niños, el comprar gominolas y visionar el Hamburgo-Hertha Berlín se convierte en una rutina más jodida todavía que el primer café de máquina el lunes por la mañana, y todo eso deriva en un insano deseo de hacer otras cosas que puede conducirles a las mismas calderas de Pedro Botero. Al centro comercial.
El domingo, en todo caso, ya es un día difícil. Cuando empecé a vivir solo, hace ya demasiados años, terminaba siendo un pre-lunes: levantarse tarde y con resaca, comer espaguetis, jugar videojuegos, ver un partido en diferido, quedar a tomarse algo (o a ver más fútbol), cena, tele y a tomar por culo la mitad del fin de semana. Alternativamente quedas a tomar unas cervezas antes de comer y te lees el periódico, prueba del nueve de que te has hecho mayor. Se trata de cambiar una cosa por otra, porque el sábado o te has ido al cine o te has tomado “la copa tranquila” porque mañana alguien iba a ir al Rastro.
Modificas la toma del biberón para hacerla más compatible con una fisiología algo más deteriorada, pero el fondo es el mismo. Porque vuelves de las cañas y toca tirarse la siesta o a matar marcianos o lo que sea para hacer tiempo antes de lo que importa de verdad, los goles de la jornada. Hay quien tiene comida familiar el domingo, elemento que cambia parte de la rutina. Y otros, que somos de fuera, asociamos el domingo bien al infernal olor, mezcla de meada y escape de motor, de las estaciones de autobuses, bien al soniquete de Pepe Domingo Castaño en el coche. Pero ni la comida ni el viaje afectan a la sustancia del domingo. Cambien los espaguetis por la paella o el sofá por el autobús. El domingo tiene una tendencia natural a la rutina.
Por eso lo único que se puede hacer contra los domingos es luchar. Y la disciplina es condición necesaria para ganar esta batalla. La rutina se mata con más rutina o, mejor dicho, con anti-rutina, es decir, cosas que molan pero que difícilmente haríamos de no ser porque nos lo hemos propuesto antes.
El 1 de enero. El superdomingo. Saltos de esquí, comer con la familia… ¿Y luego qué? Tragarse Rex (la película) o echarse una siesta de las que garantizan una noche en vela. Algún 1 de enero en Burgos me he ido con mi primo a La Pécora. Otra gente sale al campo a andar. Es una buena idea, aunque tenga ese punto de autodisciplina “vamos a hacer algo, joder”. Si no, vas a currar el 2 con la sensación de que el primer día del año es el peor.
Si son tan vagos como un servidor, escúchenme, por favor. La mejor forma de disfrutar un domingo perro, de esos en los que la labor más productiva de la jornada es bajar a comprar gominolas, es mantener una cierta tensión en otros domingos. Porque si no, queridos niños, el comprar gominolas y visionar el Hamburgo-Hertha Berlín se convierte en una rutina más jodida todavía que el primer café de máquina el lunes por la mañana, y todo eso deriva en un insano deseo de hacer otras cosas que puede conducirles a las mismas calderas de Pedro Botero. Al centro comercial.
Etiquetas: grandes primates
15 Comments:
jajaja me parto!!! a mi los domingos que me dan un mal rollo que me muero...el plan siempre es el mismo y esperar a que llegue otro jodido lunes. Intentas acercarte al cine a ver algo ligero por que la resaca te impide asimilar cosas demasiado profundas o sino te pasas toda la tarde haciendo zapping esperando que programen algo que no sea futbol. Lo peor de todo es que es cierto al final acabas haciendo la misma rutina tediosa y horrible y esperas agazapado a que llegue el Lunes...deberiamos montar una plataforma para erradicar el domingo del calendario, no crees? :-)
En mi casa se alterna los ratos de play con fútbol en el bar (si lo hay) sino, toca peli bajada del emule, y así hasta irte a dormir pronto con tal de que acabe cuanto antes.
Hoy me he levantado una hora antes de que sonara el despertador, consecuencias de pasar el domingo en el sofá.
No nos engañemos. El domingo no es más que la calma que precede a la tempestad llamada LUNES....Ese día sí que es jodido. No tienes fuerzas para hacer nada pero tampoco hay un sofá para hacerse el muerto...
Buena semana a todos!
Anónima
Los domingo por domingo, los lunes por lunes y asi sucesivamente y resulta que cuando llega el puto fin de semana no dura nada...
un cine?
un cine?
Antes sofá que centro comercial!!!
Como mucho un cine o una partida de bolos... O un partido de fútbol en el estadio, pero eso no se puede hacer el 1 de enero...
De todas formas, yo ya hace tiempo que me quité el sentimiento de culpabilidad por no pegar palo al agua en todo el domingo... No hacer absolutamente nada también es ocio.
...y salud, tartamundos trotamundo. Es ocio y salud.
Anónima
Si algun día me suicido, tened por seguro que será un domingo por la tarde noche... Dios, que depresión todas las semanas!! Con esas taquicardias provocadas por los excesos de la noche anterior, ese mal cuerpo, esas tardes de telefilms...
Y hacer algo los domingos? Deporte, viajes, manualidades... Algo. Yo hace años que no me paso un domingo en casa tirada en el sofá
En su momento pensé sobre este asunto y el error es tomarse el domingo como el día previo al lunes. Pero es tan tentador pasarse todo el día en pijama...
un cine?
ana, necesitas ayuda?
Anónima
El domingo es el cubo de la basura al que va a parar todo el tiempo desperdiciado... ¡Puaj!
Que pasa, ¿es que no tenéis aspirador?
Los domingos son para perrear en el sofa y no para pasar el aspirador ni para hacer ninguna cosa útil.
Grrrr!
Yo había domingos que no me quitaba ni el pijama :(
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