Torino
No es la primera vez que citamos a Enric González y sus historias del calcio, ahora imitadas por John Carlin, un señor que nunca relata cosas normales o proporcionadas. Seguro que no será la última.
No viene al caso, pero a veces venir al caso no viene al caso. Será por eso que las modas sólo resultan interesantes cuando se han pasado.
Un cierto tipo de belleza
Ninguna victoria es tan bella como un buen fracaso. Eso es un axioma, una verdad tan evidente que no requiere demostración. Basta recordar la puerta que se cierra y condena a Ethan Edwards a seguir vagando (Centauros del desierto), a Anna cuando pasa frente a Holly Martins y no le mira (El tercer hombre), a Richard Blane cuando despide a Ilsa Lund y se queda en el aeropuerto con Renault (Casablanca). O algo más terrible: la multitud de sombras andantes con que se cierra Espoir, la película de André Malraux sobre la guerra civil española. La derrota, en ciertas circunstancias, convierte la dignidad humana en un cristal purísimo.
El Torino, ya lo hemos dicho otras veces, es el vencido más hermoso del calcio. Su historia resulta irreprochable. El momento fundacional del mito del Toro fue probablemente el partido Torino-Legnano de 1921, semifinal de una Liga que entonces se disputaba por un sistema mixto de eliminatorias y grupos. El Torino y el Legnano, empatados a puntos, disputaron un encuentro para decidir quién llegaba a la final, pero los 90 minutos acabaron en empate a uno. En la prórroga, de 60 minutos, no hubo goles. El árbitro ordenó entonces que se jugara otra media hora. A los ocho minutos de la segunda prórroga, agotados, ciegos, los jugadores de ambos equipos protagonizaron un célebre beau geste: dejaron el balón quieto en el césped, se dieron la mano y renunciaron a seguir en la competición.
Artículo completo aquí.
No viene al caso, pero a veces venir al caso no viene al caso. Será por eso que las modas sólo resultan interesantes cuando se han pasado.
Un cierto tipo de belleza
Ninguna victoria es tan bella como un buen fracaso. Eso es un axioma, una verdad tan evidente que no requiere demostración. Basta recordar la puerta que se cierra y condena a Ethan Edwards a seguir vagando (Centauros del desierto), a Anna cuando pasa frente a Holly Martins y no le mira (El tercer hombre), a Richard Blane cuando despide a Ilsa Lund y se queda en el aeropuerto con Renault (Casablanca). O algo más terrible: la multitud de sombras andantes con que se cierra Espoir, la película de André Malraux sobre la guerra civil española. La derrota, en ciertas circunstancias, convierte la dignidad humana en un cristal purísimo.
El Torino, ya lo hemos dicho otras veces, es el vencido más hermoso del calcio. Su historia resulta irreprochable. El momento fundacional del mito del Toro fue probablemente el partido Torino-Legnano de 1921, semifinal de una Liga que entonces se disputaba por un sistema mixto de eliminatorias y grupos. El Torino y el Legnano, empatados a puntos, disputaron un encuentro para decidir quién llegaba a la final, pero los 90 minutos acabaron en empate a uno. En la prórroga, de 60 minutos, no hubo goles. El árbitro ordenó entonces que se jugara otra media hora. A los ocho minutos de la segunda prórroga, agotados, ciegos, los jugadores de ambos equipos protagonizaron un célebre beau geste: dejaron el balón quieto en el césped, se dieron la mano y renunciaron a seguir en la competición.
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Etiquetas: esférico
4 Comments:
jo,la carne de gallina...pero entonces, por qué este equipo fichó a martín vázquez?
hubo un tiempo en que se decía, todo seguido, eltorinodemartínvazquez y lasandoriadevíctor (así, sandoria, con ene)
por cierto, mi padre este fin de semana en un alarde no sé qué dijo:
"qué decepción enric gonzález. parece un pájaro. no le pega escribir tan bien con ese físico".
Pues nada.
Joder, estaba leyendo el artículo y el ordenador se ha dirigido el solo a www.sandoria.org
Ya, en el Torino jugó - creo - Martín Vázquez y descendió ( espero no estar equivocado) ..Martín Vázquez el obrero, el pringao de la quinta
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