El pasado 8 de julio se me estropeó el router. Murió, sin más. Dejaron de encenderse las lucecitas. Llamé a ya.com y un señor muy amable me preguntó “¿Y qué le pasa?”. Se lo expliqué y me dijo que aparentemente era un problema de la máquina (muy bien, señorita Fletcher, yo pensaba que era un mal de ojo de una a la que no compré una ramita de romero) y que en una semana o 15 días me reenviarían un router. Les doy la dirección de envío y mi teléfono móvil.
A los 15 días no recibo el router. No lo esperaba, tampoco, pero llamo. Me dicen que se ha iniciado el proceso y que en una semana más o menos lo recibiré. Me quejo, sin mucha convicción, por el retraso, dado que supuestamente ya debería tener el router.
A las tres semanas vuelvo a llamar. Me dicen que el router ha sido enviado pero no ha sido recogido en la dirección indicada. Les digo que es imposible porque la dirección indicada es la del trabajo, donde recogen paquetes 24 horas al día. Me replican que el artefacto se habrá perdido a lo largo del proceso, según le figura en el sistema, que a partir de ahora llamaremos matrix. Me dicen que según matrix en breve me llegará el router.
A las tres semanas y tres días vuelvo a llamar. Esta vez me dicen, tranquilamente, que el router está en proceso de envío. Le digo que a) hace un mes que lo solicité y b) que es un tanto extraño que esté en proceso de envío si anteayer estaba perdido en el laberinto del sistema de mensajería. Me responde que, según matrix, la petición inical del router fue rechazada poco después de la solicitud, y que el día anterior se ha hecho una nueva petición. Le pregunto si estas versiones las cogen de un manual o improvisan sobre la marcha, a lo que me responde que ellos dicen lo que figura en matrix. Ya lo sé. Le comento al agente Smith, una vez más, mi extrañeza por el hecho de que se haya pedido espontáneamente un router un mes después de haber comunicado la necesidad de éste, y me señala, otra vez que la primera petición fue rechazada. “O sea, que ustedes deciden no mandarme el router, no me avisan, es más, me dicen que me lo van a enviar, y me siguen cobrando”, digo. “Yo lo que le digo es lo que figura”, dice el agente Smith, al que la tensión de la conversación aliena un poquito más cada vez, hasta el punto de que puedo ver las cifras y los números de color verde pululando a su alrededor.
Le pregunto la fecha y el motivo del rechazo y me dice que no le pone nada. Es cojonudo esto de matrix, voy a ver su lo aplico en el día a día. Ante un “¿por qué has llegado tarde?” respondes “no me figura”. Le pregunto la razón por la que se generó la nueva solicitud y ni flores. Aparentemente matrix ha decidido introducir algo de entropía en este mundo, con rechazos y aceptaciones de solicitudes de router distribuidos de forma aleatoria. Pienso que ha tomado consciencia de que existe, que se ha revelado como Skynet en Terminator o que, como ocurre en Matrix_la_peli entiende que el humano no está preparado para vivir en un mundo perfecto, donde necesitas un router y te lo mandan, así que lo descabala todo un poco. En cualquier caso, sigo algo mosca con la posibilidad de que mi router esté enviado y perdido y eso sea compatible con que no esté, es decir, con que la solicitud haya sido rechazado y mi router, sencillamente,
no sea.
Esto de que mi router pueda existir y no existir en el mismo universo me trae a la cabeza el
Principio de indeterminación de Heisenberg. “No se puede determinar, simultáneamente y con precisión arbitraria, ciertos pares de variables físicas, como son, por ejemplo, la posición y la cantidad de movimiento de un objeto dado. En palabras sencillas, cuanta mayor certeza se busca en determinar la posición de una partícula, menos se conoce su cantidad de movimiento lineal”. Ahora lo entiendo. El intentar averiguar con certeza dónde está mi router ha terminado afectando a su movimiento, hasta el punto de que ha podido dejar de existir. O ha podido no existir nunca. O existe y está en camino. ¿Habría cambiado la realidad si no hubiese preguntado?
Que una ley física explique todo esto me tranquiliza. Así que dejo de decirle al operador que deje de tomarme por imbécil y cuelgo el teléfono. Y lo descuelgo. Y pregunto otra vez, en búsqueda del agujero negro. Hablo con una señorita, que cuando le digo mi rollo “número 9144XXXXX” me tiene un ratito a la espera. Luego le pregunto y la cabrona me confirma la versión del de antes, y me hace la rosca con rollos tipo como “yo es que aconsejo a los clientes que en estos casos llamen para comprobar la evolución del pedido” o “¿y no le han dado el número gratuito para llamar? Espere que se lo digo a mis superiores” y lo remata de forma casi distraída, “bueno, aquí veo que su pedido tiene prioridad muy alta, así que debería llegarle en breve”.
Llega el día siguiente y llamo al número gratuito. Sí, es gratuito. Pero también es gratuito coger una manzana de la nevera y ponérsela en la oreja. Porque el efecto es, básicamente, el mismo. El robot que habla te manda a ferír espárragos en tiempo récord. Yo he cronometrado nueve segundos, lo que tarda en decir “todos nuestros operadores están ocupados” y colgarte. Un detalle, por otra parte, que te cuelgue directamente en lugar de dejarte criando telarañas alrededor de ese recoveco, entre mandíbula y hombro, donde se instala el teléfono en las largas esperas.
Sigo dale que te pego. Hoy he llamado dos veces al número gratuito y me ha mandado a paseo, pero el de pago, casualmente, funciona sin tener siquiera que pasar por la musiquilla. Que, por cierto, me mola bastante. Es una especie de soniquete medieval o barroco. En todo caso, cuando descuelga el operador volvemos al día de la marmota. “Pues llamaba porque se me ha estropeado el router hace un mes y para ver en qué estado está el pedido”. “¿A qué número está asociada la línea?”. “Pues a este…” Y tal y cual. Es como en tantas otras situaciones, primero se rompe el hielo, se estudia al rival y luego se pasa a la acción. Hoy ha sido distinto. Me han dicho que el router está ya enviado, y que teóricamente debería llegar hoy.
Cuando estaba rematando la entrada me ha llegado el router. Disculpas a los operadores que me han aguantado. Y recuerdos al
teleoperador.
Actualización: He instalado el router y, sorpresa, no tengo línea de teléfono. Ahora toca con los teleoperadores de Telefónica que, dicen, me llamarán. Veremos.
Etiquetas: frikismo