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Y allá van de nuevo...

martes, enero 20, 2009

obama

Gracias a Antonio llegué, poco después de las elecciones, a esta historia de LA Times sobre la hija de esclavos que votó al primer presidente negro. Mi mini-yo proyanqui está de buenas desde que que un inmigrante negro hijo de musulmán empezó a tener posibilidades. En España que un tío de Córdoba sea presidente de la Generalitat es noticia que provoca ora chistes tontorrones, ora sesudas reflexiones. Sí, ya sé que lo produndamente español es el desdén y la mala baba. Que, como leí hace poco por ahí, el nihilismo tiene más prestigio y el cinismo mola más -y tal vez se acerque más a la verdad. Ni uno ni otro sirven para nada. Así que izquierda y derecha pueden decir que Obama no es de izquierdas o que no cambiará el mundo (!) o que no se arreglará el problema palestino (!!) o que decepcionará (no como Michael Landon) o lo que sea. Pero bueno, yo empecé hablando de la historia de la hija de esclavos y aprovecho para contarles lo que fui viendo, en las semanas previas a las elecciones, sobre cómo va la cosa cuando la cuestión racial, esa que por aquí despachamos siempre con el clásico "España no es racista", afecta la política y la cosa va en serio. No es que Obama sea negro, es que el matrimonio de sus padres habría sido ilegal en muchos Estados.

El partido Republicano nació a mediados del siglo XIX, poco antes de la guerra civil; la oposición a la expansión de la esclavitud a los nuevos Estados del Oeste fue el eje de la campaña en las elecciones, que ganó Lincoln (abogado y representante por Illinois) en 1860 gracias al apoyo de los Estados de Norte. El asunto de la esclavitud ya había partido en dos también el Partido Demócrata; en el mapa de abajo se ve a los Demócratas del Sur, que están en verde y eran esclavistas, ganar en el profundo Sur. Los demócratas no esclavistas (color turquesa) sacaron mucho voto popular pero sólo ganaron en Missouri. También había unos señores llamados 'Constitucionalistas', herederos del Whig Party, que fueron la principal oposición a los demócratas en la primera mitad del XIX y, a su vez, también quedaron bastante divididos por el tema de la esclavitud. Son los de naranja que ganan en Kentucky, Tennesee y Virginia. Los de rojo son los de Lincoln


Antes de tomar posesión Lincoln, los Estados del Sur declararon la secesión, empezó la guerra y Hollywood encontró una mina para hacer películas melosas y prescindibles. Ahí abajo, EE UU en la guerra Civil. El rojo, los Confederados, en Azul, los Federales, en amarillo y naranja, Estados de la Unión esclavistas. En gris, Kansas, no sé por qué.



En 1863, durante la guerra, Lincoln publicó la Ley de Empancipación, que fue incorporada a la Constitución después de su asesinato. Como era republicano, el Sur de Estados Unidos (Georgia, Alabama, Louisiana, Tejas y otros sitios de mozos bien criados y granjeras de generosos pechos) fue demócrata durante el próximo siglo. En Wikipedia se pueden ver los mapas mejor, pero aquí va uno, el de las elecciones de 1924 que ganó el republicano Coolidge. Como se ve, prácticamente está clavado de los Estados de la Confederación.



Durante 72 años a partir de la reconstrucción (1876), y con la única excepción de 1928, el Sur votó demócrata. Y los Estados estaban gobernados por demócratas. Es la época de las "Jim Crow laws", es decir, normas estatales que forzaban la segregación racial; los negros eran iguales porque lo decía la constitución, pero debían estar separados para casi todo y, en la práctica, no podían votar. Algunas sentencias del Supremo echaban para atrás determinados aspectos de estas leyes, pero vamos, los jueces tampoco es que ejerciesen una gran autoridad sobre las relaciones diarias entre granjeros y aparceros de color.Los movimientos de derechos civeles no llegaron hasta la Segunda Guerra Mundial. En 1941, después de que sindicatos negros amenazasen con una gran manifestación en Washington, Roosevelt emitió la Orden Ejecutiva 8802 que impedía la discriminación salarial en la industria militar por motivos de “raza, credo, color o nacionalidad”.

Era la primera amenaza seria de movilización de los negros. Lo de la emancipación de Lincoln era en gran medida una demanda de los blancos, ligada a la modernización del Norte. Y lo que sucedió de entonces en adelante eran, casi siempre, peticiones por las buenas apelando a la buena voluntad de los que mandan. En 1941, de resistencia pasiva nada: huelga y manifa, como debe ser. En 1948 Truman redactó la orden 9981, que impedía la discriminación en las Fuerzas Armadas, y en el programa de las elecciones 1948 los demócratas incluyeron una plataforma de igualdad de derechos civiles que rompió el partido. Los demócratas del Sur se agruparon en nuevo partido, los Dixiecrats, que ganaron en cuatro Estados sureños. Truman fue elegido presidente con comodidad.

La cosa siguió más o menos así. El sur se mantuvo demócrata en las palizas de Eisenhower a Stevenson (una especie de Rajoy demócrata), y se mantienen las broncas entre demócratas del norte y del sur. El mapa de arriba es el de 1956. Lo de Rosa Parks y el autobús empieza, por cierto, en 1955. En las elecciones de 1960 Kennedy gana por poco voto popular pero más de 300 delegados, y probablemente gracias al voto negro, después de pedir en plena campaña que liberasen a Martin Luther King, detenido en Georgia. El año clave es 1964. Asesinado Kennedy, Lyndon Johnson trata de aprobar la Ley de derechos civiles que prohíbe la segregación en escuelas, el trabajo y los lugares públicos. Más que una pelea de partido, fue de nuevo una pelea territorial. El 93% de los representantes demócratas del Sur y los 10 republicanos del Sur votaron en contra; el 94% de los demócratas del Norte y el 85% de los republicanos votaron a favor. La ley quedó bloqueada durante 57 días en el Senado con lo que llaman filibuster, que es hablar y hablar para que nunca se vote. "We will resist to the bitter end any measure or any movement which would have a tendency to bring about social equality and intermingling and amalgamation of the races in our (Southern) states", dijo Richard Rusell, demócrata por Georgia. Pero la ley pasó, y se supone que Johnson, mientras la firmaba, dijo "hemos perdido el Sur por una generación".

En las elecciones de ese mismo año los republicanos colocan como candidato a Barry Goldwater. Además de abogar por un Estado federal minimizado, por cargarse los programas de seguridad social y defender a las grandes empresas. Goldwater cambió la agenda del partido de la modernez, el de Lincoln y Theodore Roosevelt por una retahíla más bien pacata de valores tradicionales, familia, Dios y armas, aderezada con una decidida apuesta por no abolir la segregación racial en los Estados que la permitiesen: Goldwater fue uno de los que votó contra la Ley de derechos civiles. Johnson sacó el 61% de los votos, el récord desde 1820. Eso no impidió que Goldwater sea visto como una especie de héroe por los neoconservadores. Lo interesante es cómo el mapa electoral es prácticamente inverso al de hace sólo ocho años.

No sé si el rollito héroe de Goldwater viene por la orgullosa estupidez de sus propuestas o por haberse vendido como un mártir que sacrifica su carrera política en aras del más elevado ideal posible. El caso es que los neocon consideran que es el precurson de Nixon, Reagan y, por tanto, de la revolución conservadora de los 70 que llevó a Estados Unidos a la degeneración política y moral de George W. Bush. Un hombre que no curró en su puta vida fue elegido presidente en un proceso más bien oscuro, legalizó la tortura, mintió a su país para ir a una guerra y suspendió los derechos civiles básicos. Los ultraconservadores editorialistas del Wall Street Journal sólo eran capaces de decir (más bien, balbucear) el lunes, a título de despedida, que Bush consiguió evitar otro 11-S. Gallifante para ellos.

En todo caso, y por más que Obama duerma hoy en la Casa Blanca y la victoria haya sido arrolladora, el tema racial sigue siendo determinante. El de arriba es el mapa de estas elecciones. Se sigue viendo la división, pero quizá, sólo quizá, la cosa pueda empezar a cambiar. La estrategia del partido demócrata desde que llegó Howard Dean ha sido radicalmente distinta a la de otras elecciones. En lugar de intentar amarrar los estados más poblados que aseguren la ventaja en votos electorales (ya saben, California, Nueva York y otros nidos de sodomía y comunismo) ha buscado una estrategia a 50 estados. Le salió bien, ganó en un buen puñado de Estados republicanos y llegó a ser una amenaza en sitios frikis como Montana o Dakota. En el mapa de abajo, sacado de una página guay del Times se ven los movimientos de voto a favor de los demócratas respecto a otras elecciones. Salgo una franja en los Apalaches, el delta del Mississipi (pese al Katrina) y Arkansas (creo que John Edwards, el segundo de Kerry, era de por ahí), Obama se fortalece en casi todo el Sur. En realidad en casi todo el país pero, bueno, quizá sea relevante que allí donde la raza marca la política desde hace 150 años un negro recabe tantos apoyos.

No sé qué habría pasado de no haber pasado el señor Bush y su pandilla basura, que gracias a un atentado han hecho lo que se les ha puesto en la puntita, con los resultados esperables. Quizá la distorsión generada por el, probablemente, peor presidente de la historia hace que toda esta morralla que les he metido en vena sea todavía más inútil de lo que ya es. Y que dentro de cuatro u ocho años tengamos a un Kerry dos tratando de hacer amigos entre las hienas y rebañando un puñado de votos en el Medio Oeste. Quién sabe. Pero bueno, el caso es que Obama ya es el presidente de Estados Unidos, y la fuerza de las imágenes de hoy, la misma fuerza que le ha acompañado desde el principio, es muy poderosa.

Premio para el que se lo haya leído todo: el jueguecito flash de las elecciones.

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lunes, enero 19, 2009

La entrada circular

Les voy a contar una cosa. Hoy el gran Enric González dedica su columnilla a Matthew Le Tissier, también conocido como Matt le God entre la hinchada de su equipo de toda la vida, el Southampton. Y, bueno, Enric usa a Matt como percha para hablar del fútbol moderno y tal. Y el modesto Nodoyuna se alegra, porque él es un fan impenitente de le Tissier. No sólo como futbolista, sino también como, digamos, filosofía de vida. Y recuerda, obviamente, que escribió en su momento sobre le Tissier, y que el día que conoció uno de sus lectores más fieles, además de presunto autor de uno de esos blogs que molan, lo primero que le dijo fue que le gustaba por ser "un blog que habla de le Tissier y de Mas Canosa".

Siendo pues le Tissier una parte de mi fibra sensible no puedo menos que mirar en el archivo de Pierre para recuperar la entrada de le God y el vídeo con sus mejores jugadas... Y veo que en aquella vieja entrada Enric González era también protagonista, por una entrevista que le habían hecho en Diarios de Fútbol. Y decía que escribía de sus manías. Visto lo visto, yo también; entre mis manías recurrentes figuran Le Tissier y Enric González. Y eso que llamo metacosas, término amplio donde los haya. Los objetos autorreferentes, los argumentos circulares o los procesos cíclicos. Y, bueno, que una entrada sobre Enric González y Matthew Le Tissier se convierta en una pescadilla infinita es algo que satisface en gran medida a los pequeños dioses de mi universo de frikadas.

Matt nunca salió del Southampton. Podría haber jugado donde quisiese. Pero no quería. También tenía sus manías.


PD.- El vídeo de la entrada antigua tiene rota la junta de la trócola. He encontrado este que, aunque sufre una mezcla de Franz Ferdinand y Tina Turner tan inverosímil como inapropiada, dura mogollón de minutos. En Fiebre Maldini, probablemente uno de los programas más freaks de la televisión hispana -yo lo vi una vez y, en 15 minutos, hablaron de la liga uzbeka, de un equipo de zimbabue que se metió en semifinales de la Champions africana y de un jugador del Leeds de los años 60 cuya talla de pie todos parecían conocer- le han entrevistado, y se agradece distinguir la pelota del granulado made-in-youtube.

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martes, enero 13, 2009

Guardiola dimisión

Me proponen por aquí ir al Nou Camp con una pancarta: "Tanta felicidad es insoportable. Guardiola vete ya". Sergi Pàmies también escribía ayer, y aunque no soy muy fan de Pàmies, me gustó su artículo.

Desde que llegó Guardiola, en cambio, me reprimo a mí mismo y a los culés de mi entorno. Si se les ocurre mostrarse entusiasmados con victorias como la de ayer, les pego broncas descomunales y les suelto prédicas insufribles sobre la humildad. De tanto repetir que hay que ir partido a partido, me están saliendo llagas en el alma, y cuando voy al psicólogo para vitaminar mis dudas sólo consigo repetir uno de los mantras de Laporta: "No me reconozco".

Y un servidor de ustedes trata de disfrutar del increíble momento del Barça de Pep, con el mismo miedo de Pàmies a sacar los pies del tiesto, pero con esa sensación, tan estúpida, de añorar algo que todavía existe.

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domingo, enero 11, 2009

Selección 2009

Nada mejor para pasar el mes de enero que una buena dosis en vena de videoujuegos en flash. Aquí va mi contribución para que sus jefes encuentren excusa para mandarles a la puta calle, por si la crisis no es suficiente. Ya saben cómo es esto; unsted se gasta 400 o 500 euracos en una videoconsola pero, al fin y al cabo, los juegos que le enganchan son, en el mejor de los casos, estos de flash y, en el peor, el Klondike del Güindous. Aquí va una selección a vuelapluma, condicionada por esa pérdida progresiva de memoria que sobrevalora lo más nuevo. Como pasa con las clasificaciones esas de 'los 100 mejores discos de rock", cuya autoridad dura menos que las ofertas de ferretería del Lidl.

Bueno, aquí hay una clasificación "los 150 mejores juegos de Flash", que vi por ahí hace tiempo. Mola. Hay muchas categorías que a mí me parecen chungas, pero bueno, ustedes mismos. Como le dije a G. cuando la vi, "lo guapo es que hay mogollón de juegos que ya conozco. Lo peligroso es que hay otro montón que no".

En esta selección está el último al que me he enganchado. Fantastic Contraption es un mecano. Se trata de construir con cuatro palos y un par de ruedas aparatos (carritos, catapultas, lo que quieras) para trasladar piezas y salvar obstáculos hasta la meta. Es de estos juegos que la gente friki dice "tiene leyes físicas reales" o sea, que las cosas se caen y se rompen y tal. Especialmente molón es hacer máquinas estúpidas. Y alucinante ver lo que la gente hace en Youtube.

Otro guay es el golf espacial. Gravitee Game. Es como un minigolf en el que tienes que lanzar la pelota (o el planetita) desde un sitio para que alcance un sitio en otro planeta. Y la, claro, se va de acá para allá atraída por las gravedades de los distintos planetas del sistema o por el jodío sol, que siempre la quema.

Más típico, y por tanto más susceptible de enganchar a toda su oficina, es Bloons Tower Defense 3. Bloons TD2 ya era guay, pero la tercera parte es espectacular. No va mucho más allá del típico juego de defensa, no inventa nada, pero da lo mismo. Coloca tus monos, tus cañones, ahorra para un super-mono y a romper globos.


Bloons TD3 viene del Bloons original, quizá uno de los juegos que más productividad he visto destruir. No es tampoco el más original del mundo; apunta el dardo y dispara. Pero ya verán, ya. Las expansiones se agradecen porque, si hay que ponerle un pero, es que cuando una droga es demasiado buena a veces se acaba, también demasiado pronto.



El delfín, adictivo como él solo también. Y un juego bien curioso; consiste en hacer piruetas con un delfín y a ver qué te sale en dos minutos. Y ya. Yo sólo llegué hasta Júpiter saltando, pero es que nunca se me dio demasiado bien. La clave: convertir velocidad horizontal en velocidad vertical, como el salto con pértiga.

Balloon Invasion es una versión tuneada del clásico de disparar paracaidistas, sólo que en vez de paracaidistas lo que viene es una mega invasion de zepelines. Podemos comprarnos, además, mogollón de armas nuevas para añadir a nuestro pobre cañón inicial.



Y, bueno, esto es todo amigos. Os deseo un próspero y productivo 2009...

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domingo, enero 04, 2009

Ellos lo hacían por usted

Si alguien pensaba antes de 2007 que los mercados financieros son una cosa eficiente debería haberse planteado por qué motivo, si China está experimentando un cambio de modelo económico que en 20 años lleva un país de 1.300 millones de personas del siglo XIX al XXI, por qué motivo los maravillosamente eficientes mercados financieros estaban detrayendo ahorro (no mucho, unos 1.000 millones de dólares al día, festivos incluidos) de una economía pobre y dinámica para invertirlo en otra madura y endeudada del planeta.

Si ahora alguien lo sigue pensando, bueno, se lo puede hacer mirar o puede seguir tomando LSD con el porno de Canal 7 de fondo y música de María Jiménez, que es probablemente la actividad a la que se dedicarían, si pudiesen, los veinteañeros despedidos de Lehman Brothers mientras esperan que les echen de su apartamento en el Upper West Side.

Al final, todo se resume en una única pregunta. Se ha construido un modelo económico donde los flujos financieros (o especulativos, llámenlos como quieran) definen la asignación de recursos. En el capitalismo de Estado es el politburó el que define la asignación de recursos. En el capitalismo industrial es el porpietario de la empresa quien decide. Hoy se ha asumido con entusiasmo bajo la premisa, evidentemente falaz pero muy conveniente, de que no hay mejor forma de asignar los recursos que estos mercados, dado que condensan la información dispersa por el mundo.

Como ya sabrán, a los humanos les encanta tener respuestas simples y válidas ante cualquier dilema, de ahí la existencia de las religiones, y los economistas son también humanos. El mantra de la mano invisible (esta vez, más invisible que nunca) se convirtió en dogma de fe. Con la ventaja de que los mercados, como Dios, son además de invisibles, son inodoros e insípidos, sus caminos son inescrutables y se les supone omniscientes. Y no hablan, dan señales más o menos difusas, como las caras de Bélmez o el fuego de San Telmo, señales que posteriormente dan lugar a distintas interpretaciones.

Los mercados, de hecho, no existen. Son un montón de gente que gana bastante pasta y que vive de mover el dinero como buenamente puede para que se reproduzca más rápido que el dinero de los demás. Y de su actuación conjunta y humana resultan las intervenciones divinas de los mercados. Y es aquí donde surge la pregunta: Si los mercados son la mejor y más eficiente forma de procesar la información disponible y asignar el capital, ¿Cómo puede alguien tratar de predecir lo que van a hacer? Es como adorar a un dios omnisciente y, a la vez, jugar a adivinar sus decisiones.

La respuesta no tiene demasiado misterio. Por lo general las personas que saben cómo funcionan los mercados tienen claro que son unas carreras de caballos donde no hay que adivinar el caballo ganador, sino las apuestas de los otros apostadores. Y quienes adoran al Dios Mercado, por lo general, lo hacen por razones estrictamente políticas. Salvo excepciones como los tertulianos de Intereconomía o los paleofreaks a sueldo del telepredicador, no se mezclan las cosas. Tú dices "el mercado es soberano" o "al final pone las cosas en su sitio" y mientras colocas a un colega en una empresa privatizada, o abres una cuenta en las Islas Caimán, o te autoasignas un blindaje en tu contrato de 30 millones de euros aunque lleves 30 días en tu puesto de trabajo, o pides una exención fiscal para determinado tipo de inversiones. Y te callas la boca, que es lo que ha hecho la clase dirigente toda su puta vida.

Desde la revolución conservadora de los primeros 80, con la Thatcher y el Reagan, esto ha funcionado así. No han importado demasiado los palos que, desde entonces, se ha llevado el sistema. La Savings and Loans Crisis de los 90, el efecto tequila del 94, la crisis asiática del 97, la del LTCM del 98, el maravilloso experimento de la dolarización en Argentina, la burbuja tecnológica del Nasdaq y lo de ahora. Sí, ya lo sé, las burbujas y las crisis son parte del capitalismo. Lo que pasa es que nos han dicho que eso es bueno y eficiente, y nosotros lo hemos creído. Sin plantearnos que quizá alguna cortapisa a la bipolaridad del mercado puede venir bien. Hace un par de años los bancos daban crédito por el 120% del valor de una vivienda en hipotecas de 30 años a familias que pagaban más del 50% del salario en una letra que, obviamente, estaba compuesta en más del 85% de intereses. Ahora los bancos no descuentan el papel comercial.

Bueno, eso es el mercado tal y como estaba planteado hasta el momento. ¿Lo queremos o no lo queremos? ¿Creeremos al tertuliano que eche la culpa al Estado? ¿Seguiremos pensando que las regulaciones que imponen más transparencia son malas?. Es lo que tiene la religión, que nadie tiene cojones a llevarle la contraria a Dios. Y si las cosas vienen jodidas, siempre habrá alguien a quien echarle la culpa, y quedará el argumento definitivo de "Dios nos está poniendo a prueba". El Circo del Sol está observando las piruetas dialécticas de aquellos a los que se les llena la boca con la palabra 'liberal'. Los que tenían el libro de Alan Greenspan en la mesilla y ahora le consideran el responsable de todos los males, y ven en el uso de monedas de oro la solución a todos los problemas.

Obama ha echado la culpa de la crisis a la codicia, y en un muy católico acto de contrición todo el mundo parece estar de acuerdo. Pero la codicia era, antes de que todo esto petase, lo que nos iba a llevar a un mundo mejor. Dios lo sabe todo, es omnisciente, y hemos procurado no molestarle demasiado en su tarea de mostrarnos la luz. Pero mientras tanto hemos tratado de ganar pasta, porque, creíamos, nos habían dicho que era bueno. Que maximizar el beneficio en el más breve plazo posible era la mejor forma de construir un mundo mejor para nuestros hijos. Y nos dedicamos a ello con todas nuestras fuerzas. Madoff se dedicó a ello con todas sus fuerzas. Como lo hicieron los banqueros de inversión, gestores de fondos, responsables de firmas de rating, abogados y demás individuos que cobraron estupendos bonus en marzo. ¿Es pecado retorcer la ley o asumir riesgos suicidas en los mercados de valores? En absoluto. Es lícito, aconsejable e, incluso, bueno para los demás. O, al menos, eso es lo que se oía hasta hace no mucho. Ellos lo hacían por usted, ignorante desagradecido.

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