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Y allá van de nuevo...

domingo, enero 04, 2009

Ellos lo hacían por usted

Si alguien pensaba antes de 2007 que los mercados financieros son una cosa eficiente debería haberse planteado por qué motivo, si China está experimentando un cambio de modelo económico que en 20 años lleva un país de 1.300 millones de personas del siglo XIX al XXI, por qué motivo los maravillosamente eficientes mercados financieros estaban detrayendo ahorro (no mucho, unos 1.000 millones de dólares al día, festivos incluidos) de una economía pobre y dinámica para invertirlo en otra madura y endeudada del planeta.

Si ahora alguien lo sigue pensando, bueno, se lo puede hacer mirar o puede seguir tomando LSD con el porno de Canal 7 de fondo y música de María Jiménez, que es probablemente la actividad a la que se dedicarían, si pudiesen, los veinteañeros despedidos de Lehman Brothers mientras esperan que les echen de su apartamento en el Upper West Side.

Al final, todo se resume en una única pregunta. Se ha construido un modelo económico donde los flujos financieros (o especulativos, llámenlos como quieran) definen la asignación de recursos. En el capitalismo de Estado es el politburó el que define la asignación de recursos. En el capitalismo industrial es el porpietario de la empresa quien decide. Hoy se ha asumido con entusiasmo bajo la premisa, evidentemente falaz pero muy conveniente, de que no hay mejor forma de asignar los recursos que estos mercados, dado que condensan la información dispersa por el mundo.

Como ya sabrán, a los humanos les encanta tener respuestas simples y válidas ante cualquier dilema, de ahí la existencia de las religiones, y los economistas son también humanos. El mantra de la mano invisible (esta vez, más invisible que nunca) se convirtió en dogma de fe. Con la ventaja de que los mercados, como Dios, son además de invisibles, son inodoros e insípidos, sus caminos son inescrutables y se les supone omniscientes. Y no hablan, dan señales más o menos difusas, como las caras de Bélmez o el fuego de San Telmo, señales que posteriormente dan lugar a distintas interpretaciones.

Los mercados, de hecho, no existen. Son un montón de gente que gana bastante pasta y que vive de mover el dinero como buenamente puede para que se reproduzca más rápido que el dinero de los demás. Y de su actuación conjunta y humana resultan las intervenciones divinas de los mercados. Y es aquí donde surge la pregunta: Si los mercados son la mejor y más eficiente forma de procesar la información disponible y asignar el capital, ¿Cómo puede alguien tratar de predecir lo que van a hacer? Es como adorar a un dios omnisciente y, a la vez, jugar a adivinar sus decisiones.

La respuesta no tiene demasiado misterio. Por lo general las personas que saben cómo funcionan los mercados tienen claro que son unas carreras de caballos donde no hay que adivinar el caballo ganador, sino las apuestas de los otros apostadores. Y quienes adoran al Dios Mercado, por lo general, lo hacen por razones estrictamente políticas. Salvo excepciones como los tertulianos de Intereconomía o los paleofreaks a sueldo del telepredicador, no se mezclan las cosas. Tú dices "el mercado es soberano" o "al final pone las cosas en su sitio" y mientras colocas a un colega en una empresa privatizada, o abres una cuenta en las Islas Caimán, o te autoasignas un blindaje en tu contrato de 30 millones de euros aunque lleves 30 días en tu puesto de trabajo, o pides una exención fiscal para determinado tipo de inversiones. Y te callas la boca, que es lo que ha hecho la clase dirigente toda su puta vida.

Desde la revolución conservadora de los primeros 80, con la Thatcher y el Reagan, esto ha funcionado así. No han importado demasiado los palos que, desde entonces, se ha llevado el sistema. La Savings and Loans Crisis de los 90, el efecto tequila del 94, la crisis asiática del 97, la del LTCM del 98, el maravilloso experimento de la dolarización en Argentina, la burbuja tecnológica del Nasdaq y lo de ahora. Sí, ya lo sé, las burbujas y las crisis son parte del capitalismo. Lo que pasa es que nos han dicho que eso es bueno y eficiente, y nosotros lo hemos creído. Sin plantearnos que quizá alguna cortapisa a la bipolaridad del mercado puede venir bien. Hace un par de años los bancos daban crédito por el 120% del valor de una vivienda en hipotecas de 30 años a familias que pagaban más del 50% del salario en una letra que, obviamente, estaba compuesta en más del 85% de intereses. Ahora los bancos no descuentan el papel comercial.

Bueno, eso es el mercado tal y como estaba planteado hasta el momento. ¿Lo queremos o no lo queremos? ¿Creeremos al tertuliano que eche la culpa al Estado? ¿Seguiremos pensando que las regulaciones que imponen más transparencia son malas?. Es lo que tiene la religión, que nadie tiene cojones a llevarle la contraria a Dios. Y si las cosas vienen jodidas, siempre habrá alguien a quien echarle la culpa, y quedará el argumento definitivo de "Dios nos está poniendo a prueba". El Circo del Sol está observando las piruetas dialécticas de aquellos a los que se les llena la boca con la palabra 'liberal'. Los que tenían el libro de Alan Greenspan en la mesilla y ahora le consideran el responsable de todos los males, y ven en el uso de monedas de oro la solución a todos los problemas.

Obama ha echado la culpa de la crisis a la codicia, y en un muy católico acto de contrición todo el mundo parece estar de acuerdo. Pero la codicia era, antes de que todo esto petase, lo que nos iba a llevar a un mundo mejor. Dios lo sabe todo, es omnisciente, y hemos procurado no molestarle demasiado en su tarea de mostrarnos la luz. Pero mientras tanto hemos tratado de ganar pasta, porque, creíamos, nos habían dicho que era bueno. Que maximizar el beneficio en el más breve plazo posible era la mejor forma de construir un mundo mejor para nuestros hijos. Y nos dedicamos a ello con todas nuestras fuerzas. Madoff se dedicó a ello con todas sus fuerzas. Como lo hicieron los banqueros de inversión, gestores de fondos, responsables de firmas de rating, abogados y demás individuos que cobraron estupendos bonus en marzo. ¿Es pecado retorcer la ley o asumir riesgos suicidas en los mercados de valores? En absoluto. Es lícito, aconsejable e, incluso, bueno para los demás. O, al menos, eso es lo que se oía hasta hace no mucho. Ellos lo hacían por usted, ignorante desagradecido.

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4 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Claro que ha sido la codicia la culpable. El sistema es lo de menos, cualquier sistema falla si las personas son codiciosas. Tampoco una regulación más fuerte funciona si hay codicia (eso es lo que Obama no dice).

Por cierto, Obama es protestante.

05 enero, 2009 11:46  
Blogger Ian Curtis said...

Escribe usted muy bien.
Qué pena que lo que diga sea falso, por su manifiesta ignorancia de la economía, y que mezcle churras con merinas 3 veces por párrafo.

06 enero, 2009 01:42  
Anonymous Anónimo said...

excelente post, Pierre.

07 enero, 2009 11:45  
Blogger mondo stropitzio said...

muy bueno, pierre...

08 enero, 2009 20:39  

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