Pengos
Llama la atención el cuidado con el que está diseñado el billete de marras que, por muy alta que sea su denominación, tenía no los días sino las horas contadas. De hecho, apenas se usó. Por aquel entonces Hungría usaba una nueva moneda, el adopengo, que había sido desde principios de año una unidad de cuenta habilitada para pagos postales, pero que la gente usaba porque el Estado garantizaba su valor en el transcurso del tiempo. Cada mañana la radio anunciaba el tipo de cambio, pero pronto todo el mundo quería adopengos, moneda que acabó siguendo el mismo camino que el pengo. Para cuando el billete de arriba se emitió, el adopengo ya era moneda de uso oficial, aunque apenas duró tres semanas antes de que se pusiese en marcha otra moneda, el forint. La diferencia es que el forint funcionó. Cada forint equivalía a 400.000.000.000.000.000.000.000.000.000 pengos (son 29 ceros).
Gente barriendo inservibles papelitos
Las inflaciones más famosas son las de Alemania después de la Primera Guerra Mundial y la de Argentina en los años 80. La de Hungría es, según lo que he leído, la más violenta pero duró relativamente poco. En la de Yugoslavia en los años 90, cuando la guerra de Bosnia. Yugoslavia –Sebia y Montenegro-, ahogada por el embargo internacional, optó por financiar la guerra tirando de imprenta, con las consecuencias esperables. Sin embargo, en aquel caso la moneda era de hecho el marco alemán. Es decir, había una moneda buena a la que agarrarse aunque el gobierno trató de prohibirlo. En otros casos de hiperinflación, la gente tiene que comprar otras cosas (oro y tal), para deshacerse de los papelitos. El dinero es una cuestión de fe. No entiendo a las personas para las que el valor del dinero, la riqueza o los precios es absoluto, ya sea a la hora de determinar su vida u apostar por un determinado orden social. Pero bueno, eso es ya es filosofía, y aquí estamos a curiosidades.
Llevo mucho sin actualizar, estaba de vacaciones. Llegué a tiempo de ver ayer el partido del Barça en Liverpool. Poco que decir. Enhorabuena si hay algún lector del Liverpool. Me mosquean los problemas de Rijkaard para redefinir el juego de un equipo al que todo el mundo ha cogido el tranquillo, como me mosquea también la falta de aplomo en momentos complicados o ese espíritu que confunde la competitividad con las tendencias suicidas. Soy muy de Rijkaard, y lo normal es no ganar dos Champiñons seguidas. Pero si no se cambian una serie de cosas habrá que pasar del entusiasmo a la nostalgia. Ha uno de los mejores equipos que he visto en mi vida, y querría que siguiese siéndolo.
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