bannerpierre.jpg



Y allá van de nuevo...

martes, febrero 20, 2007

Pengos



Este billete que ven aquí arriba es un billete de 100 millones de billones de pengos, que no sé si son 100 trillones o no, la verdad. Es 10 elevado a la 20, un 1 con 20 ceros detrás o 100.000.000.000.000.000.000 pengos. Es el billete con denominación más alta jamás emitido. Fue en 1946 en Hungría, que después de la guerra vivió el episodio de hiperinflación más violento de la historia. Se llegó a imprimir otro billete mayor, de 1.000 millones de billones de pengos, pero no llegó a emitirse. “¿Tienes suelto? Sí, me queda un billete de cinco billones”. En el mes de julio de aquel año la subida de los precios fue del 41.900.000.000.000.000%. En julio los precios se duplicaban cada 15 horas.

Llama la atención el cuidado con el que está diseñado el billete de marras que, por muy alta que sea su denominación, tenía no los días sino las horas contadas. De hecho, apenas se usó. Por aquel entonces Hungría usaba una nueva moneda, el adopengo, que había sido desde principios de año una unidad de cuenta habilitada para pagos postales, pero que la gente usaba porque el Estado garantizaba su valor en el transcurso del tiempo. Cada mañana la radio anunciaba el tipo de cambio, pero pronto todo el mundo quería adopengos, moneda que acabó siguendo el mismo camino que el pengo. Para cuando el billete de arriba se emitió, el adopengo ya era moneda de uso oficial, aunque apenas duró tres semanas antes de que se pusiese en marcha otra moneda, el forint. La diferencia es que el forint funcionó. Cada forint equivalía a 400.000.000.000.000.000.000.000.000.000 pengos (son 29 ceros).


Gente barriendo inservibles papelitos

Las inflaciones más famosas son las de Alemania después de la Primera Guerra Mundial y la de Argentina en los años 80. La de Hungría es, según lo que he leído, la más violenta pero duró relativamente poco. En la de Yugoslavia en los años 90, cuando la guerra de Bosnia. Yugoslavia –Sebia y Montenegro-, ahogada por el embargo internacional, optó por financiar la guerra tirando de imprenta, con las consecuencias esperables. Sin embargo, en aquel caso la moneda era de hecho el marco alemán. Es decir, había una moneda buena a la que agarrarse aunque el gobierno trató de prohibirlo. En otros casos de hiperinflación, la gente tiene que comprar otras cosas (oro y tal), para deshacerse de los papelitos. El dinero es una cuestión de fe. No entiendo a las personas para las que el valor del dinero, la riqueza o los precios es absoluto, ya sea a la hora de determinar su vida u apostar por un determinado orden social. Pero bueno, eso es ya es filosofía, y aquí estamos a curiosidades.

Llevo mucho sin actualizar, estaba de vacaciones. Llegué a tiempo de ver ayer el partido del Barça en Liverpool. Poco que decir. Enhorabuena si hay algún lector del Liverpool. Me mosquean los problemas de Rijkaard para redefinir el juego de un equipo al que todo el mundo ha cogido el tranquillo, como me mosquea también la falta de aplomo en momentos complicados o ese espíritu que confunde la competitividad con las tendencias suicidas. Soy muy de Rijkaard, y lo normal es no ganar dos Champiñons seguidas. Pero si no se cambian una serie de cosas habrá que pasar del entusiasmo a la nostalgia. Ha uno de los mejores equipos que he visto en mi vida, y querría que siguiese siéndolo.

Etiquetas:

lunes, febrero 19, 2007

Payasos de la tele



Atentos a la pinta del domador, a los pies del niño que cuelgan como si hubiese sido ahorcado y a los sádicos aplausos de los otros niños.

Etiquetas:

lunes, febrero 12, 2007

El Dioni

La vecina de mi casa familiar es una señora cuya edad apenas parece variar con el paso de los años. Tiene algunos problemas con el léxico, de modo que los gatos no son siameses sino "miameses", además de otro montón de patadas al diccionario de las que no me acuerdo. Una de sus hijas vivía en Alcobendas lo que, en el Burgos de la época, tenía su punto. Al fin y al cabo venían de la metrópoli y por eso se les suponía más modernos que a los de provincias. O algo así.

La pareja de Alcobendas tuvo un hijo cuando yo andaba por los 12 o 14 años. Lo llamaron Jonathan. La vecina, que harto tenía con el castellano, no lo veía con muy buenos ojos, pero lo asumía como buena cristiana, con resignación no exenta de reivindicación. "Sí, hija, lo han llamado Jonathán", acentuando en la a, "pero yo, para no hacerme líos, le llamo Dioni". La frase fue automáticamente elevada a la categoría de mito familiar, y el Dioni ha sido desde entonces un personaje particularmente observado debido a su nombre. Por cierto, que el Dioni que ahora es presidente de Argentina es, para mí, un Dioni garrafón.



¿cuál es el verdadero Dioni? ¿Han dado garrafón a toda Argentina?

Era la época. De los nacidos alrededor de 1985 salen unos cuantos Dionis. No sé por qué, si se debió a alguna serie de televisión o a que la entrada en la CEE desató una fiebre de cosmopolitismo, pero las Jessicas, Jennifer o Desirée, más los Cristian y Jonathan llegaron a Españaza de repente. Según las estadísticas del INE, en los 80 un 4,6 por mil de los nacidos eran Cristian (en los años 90 alcanzan el 94 por mil) y un 4,2 Jonathan. En chicas tenemos un 5,8 por mil de Jessica y una duda metódica con Vanessa (7,3 por mil) y Vanesa (9 por mil). No sabemos si es un nombre de aluvión o no. Creo que sí, porque no se ven Vanessas ni Vanesas en los nacidos antes de esa década.

Esta nueva realidad fue, por cierto, bien aprovechada por los creadores/transmisores de mitos urbanos. Yo recuerdo con especial fervor el que se refería a una familia cuyos hihos se llamaban, supuestamente, Jesucristo, Prosinecki y Dodi al Fayed. O aquel presunto Kevin Costner de Jesús que moraba en las afueras de Madrid. Como buenos mitos urbanos, da igual si son ciertos o no. Molan, y punto.

Eso ya pasó. Superada la euforia europeísta llegó la conciencia de la rica pluralidad española. Iker, Marc, (como coño será el plural de estos nombres) Aitores, Ainhoas, Nereas y demás poblaron el mapa nacional allí donde antes campaban los nombres guiris. El hermano pequeño de Dioni es, sí, Aitor. Y tras el rollito 'nación de naciones' recuperamos, más o menos, algunas de las esencias patrias. No volvimos a los Antonia, Vicenta, Felipe o Emilio, sino a Alejandros, Albas, Nicolases y Lucías. O Jimena y Rodrigo, en el caso de las clases dirigentes.

Lo curioso es que los Jonathan de los años 80 están dejando de ser niños. En Primera División hay tres Jonathan (dos de ellos en el Celta) más otro que bajó el año pasado con el Cádiz. En condiciones normales, después vendrán los nombres 'nación de naciones', aunque tenemos dos adelantados a su tiempo, Iker Casillas y Kepa Blanco, un marbellí que juega en el Liverpool.

¿Qué será lo siguiente? Pues teniendo en cuenta las estadísticas de nacimiento, buena parte de la selección española que juegue el mundial de 2022 estará hecha de Jason Bryan y Mohamed lo que quizá, sólo quizá, permita que hagamos algo más que el ridículo, como esa selección gabacha de Francia 98 en la que el único blanco era vasco, tenía cara de bruto y se llamaba Bixente.

Etiquetas:

miércoles, febrero 07, 2007

De cañas por Madriz

Hay dos tipos de personas que llevan gafas negras en sitios cerrados. Los que pasan pastillas y los militares golpistas. Este fin de semana lo pude comprobar una vez más. Y no donde ustedes piensan, sino en en el bar donde se planeó el 23-F. En el bar de marras, aunque colgaba del techo una ristra de banderines de Españaza, también había otra de cerveza Guinness, como en un San Patricio cañí. El local andaba a medio camino entre entre el pub de barrio imitación irlandesa y una clásica cafetería casposa madrileña. Telemadrid a tope, por supuesto, pero la música era Kiss FM. Era el día después de que jugase la selección (con himno y tal, ya saben), mas ya no quedaban por las calles aficionados con banderas. Sólo el poso de de espíritu patrio.

La derecha española suele moverse entre lo folclórico y lo siniestro; entre la bandera del toro y la del pollo. En Valencia, feudo de fallas y paellas de récord Guinnes, donde los hombres de bien comen el domingo en restaurantes con mucho mármol, prima el folclore. Aquí no, aquí lo siniestro se confunde con lo grotesco. Aquí los abogados de algunas víctimas del 11-M dicen en el juicio lo mismo que los abogados de los presuntos asesinos. Gafas negras y mirada torva. Hablaba el encargado o dueño con un individuo clavadito a Alfonso Armada. “¿Ha visto?, la manifestación de ayer contra Zapatero fue un éxito. Millón y medio de personas, dicen. Aunque Zapatero dice que era a favor de Franco”.

El estándar era llevar bajo el brazo La Razón, aunque el clon de Armada, por aquello de contrastar, llevaba El Mundo. Muchas pulseritas de estas de cuero con la bandera de España, en muñecas de gente bien, que le dan un punto canalla a la par que patriota. Para ellas, abrigos de piel. De piel de gato enfadado, dura y tiesa cual mojama, con pelos que pinchan, pero piel, oigan. Un cuadro de la Catedral de Burgos y otro de la Giralda pintados, probablemente, por la hermana del dueño, o algo así. Y en el camino al baño el bar un cuadro con un absurdo dibujo del propio local visto desde la calle, como los que tienen en algunas sucursales de El Corte Inglés. En el baño olía a pis, casi como un garito de copas.

En todo caso, el virus centro-reformista era patente en un póster del nuevo disco de U2, un recopilatorio creo. O en otro de los Beatles. O en la camarera rumana con el pelo teñido de naranja o rosa, no me acuerdo. Más allá de los señores mayores con gafas negras y de los regordetes con banderas rojigualdas en los complementos de moda, entre el público se distinguía también un grupo de cinco niñas pijas tomando cocacola, y una especie de entrañable comida familiar con mucha gente que habla alto. Porque tambien servían comidas, y de hecho un señor comía solo. El sitio estaba a medio llenar. Con la cerveza ponen una tapa de chorizo, esto es, una rebanada de 'pistola' madrileña con una rodaja de chori más bien grasiento. Y la cerveza no está mal tirada, aunque tampoco especialmente bien.
Queda pendiente enterarse de si el bar Galaxia sigue abierto, por allí por Argüelles, y si en la cervecería del barrio de Salamanca donde Ynestrillas se relajaba tras su pluriempleo como camello y vocero de la AVT se siguen reuniendo musculosos y animados jóvenes amantes de los uniformes y de la férrea disciplina.

Etiquetas:

domingo, febrero 04, 2007

Sintel

Esta semana se han cumplido cinco años del inicio de la acampada de Sintel. Supongo que todos se acuerdan. Un montón de cincuentones con barriga que montó un campamento en La Castellana en plan años 70, sin tiendas 'alta montaña' The North Face ni nada. Chamizos, uralita, grupos electrógenos y algunos huertos donde crecían unos garbanzos pequeños y duros como guijarros de río. Protestaban por la quiebra de Sintel, empresa de instalación de líneas de Telefónica que después de ser vendida a un grupo extranjero quebró.

Cuando salían los de Sintel por la tele, las noticias solían ser del estilo "aquí vemos cómo han construido una ducha con manguitos de un R5", pero no mucho más. Los cincuentones con barriga importaban en la medida en que entretenían. Como los macacos del zoo. Por lo demás, molestaban. A Telefónica. A los sindicatos. A los políticos en el poder y, un poquito, a los de la oposición. A los que vivían en la zona. A los que se pillaban atascos y pensaban que era por su culpa. Eran un capacillo de hostias muy apropiado, y la profesión periodística no desaprovecha estas oportunidades. Es más, disfruta especialmente cuando puede demostrar al vulgo su audacia y dominio de la información confidencial a la vez que practica una entusiasta felación a una multinacional que pone toneladas de publicidad y se invita a mariscadas. En este caso, Telefónica.

El argumento era sencillo. Minimalista. Que curren. Que yo salgo todos los días a las nueve y no veo a mis hijos. Chistes, en plan "para qué ir a Benidorm, si se puede estar en La Castellana". Lo típico. Los plumillas de alquiler de derechas iban por la misma vía, algo subidos de tono. Y los plumillas de izquierdas escribían columnas líricas y tristes sobre el campamento esperanza (así se llamaba) a la sombra de los rascacielos. Los plumillas especalizados en empresas de comunicaciones estaban metidos en las guerras internas de la multinacional de marras, y los especializados en sindicatos, pues lo mismo, pero cambiando el traje por una americana con coderas.

Era difícil saber qué pasaba en Sintel. Sin embargo, todo el mundo tenía una opinión. Ya saben cómo gustamos en Españaza no sólo de saberlo todo, sino de disponer a cascoporro de información de primera mano y buenas fuentes, que casualmente coincide con las monolíticas arengas de los medios. Pero no, no somos unos borregos, sino más listos que la hostia. Y Telefónica tenía razón. Era lo que se podía palpar en 2002, cuando el aznarismo era una estrella en expansión, una gigante roja de esas de las que hablaba Carl Sagan en la tele cuando yo era pequeño y que daban un miedo del copón.

Telefónica tenía razón. Sintel perdía dinero y la empresa tenía que cerrarse. Los gordos con bigote no eran productivos ni tenían puta idea de cómo funcionaban las cosas, con lo cual podían ser o unos hijos de puta (según la España A) o unas víctimas de este mundo cruel (según la España B). En todo caso, queridos niños, deberíais saber que el valor del dinero, o la percepción del valor del dinero, es algo muy relativo. Hacía año y pico Telefónica había invertido 1,4 billones de pelas en una licencia para prestar servicios de telefonía móvil UMTS en Alemania, licencia que para cuando empezó el campamento de Sintel ya valía menos que las tiendas de campaña de los cincuentones. A quienes defendían el cierre de Sintel no les parecía raro ni pedían cuentas por eso. Tampoco por que Telefónica perdiese al año 50.000 millones de pelas en una tele que no veía ni Dios pero que, según algunos líderes del periodismo y la política, podía joder a otra multinacional igual que Telefónica y eso, por las inescrutables causas que rigen el destino de este país, era bueno para la unidad de España. Los directivos de Telefónica andaban, también, repartiéndose 100.000 millones de pesetas en stock options y se esforzaban por cumplir el difícil objetivo de convertir el principal proveedor de internet de España en una puta mierda de empresa a fuerza de poner más y más cohortes de ejecutivos. Todo eso no estaba mal visto. Al contrario, eran "apuestas de futuro". O algo así.

Yo podría hablar, llegados a este punto, de hipocresía, de cinismo. Algunos de ustedes me podrán rebatir, por el contrario, que el caso Sintel es una consecuencia lamentable pero imposible de eliminar de la libertad de empresa, y que las cagadas anteriormente descritas son sólo una parte de una compañía que crea empleo y sabe ganar dinero y bla, bla, bla. Y tienen parte de razón. Porque en Telefónica no son estúpidos. Sintel ganó en 1989 1.500 millones de pesetas (de aquel año). En 1996, cuando el PSOE gobernaba en funciones tras haber palmado las elecciones, Telefónica vendió el 100% de Sintel a Mas Canosa, uno de los magnates de la mafia cubana de Miami (autodenominada anticastrista) y persona vinculada al ala derecha del PP. El precio fueron 4.900 millones de pesetas. En 1995 Sintel había declarado pérdidas de 1.700 millones, debidas a unos gastos de reestructuración de plantilla de 3.300 millones.

"Hago esto por amor a España. Yo podría haber realizado esta inversión en Miami o en otro lugar, quizás en condiciones más favorables. Esta es una inversión con riesgo en un negocio que comporta riesgos, pero he decidido hacerlo simplemente porque quiero a ese país", dijo Mas Canosa en declaraciones a El País por aquel entonces (en cursiva). El dirigente anticastrista sostiene desde hace tiempo que España ha jugado un papel esencial en la política de diálogo entre la Unión Europea (UE) y Cuba, y cree que con un gobierno del PP podría cambiar esta actitud y adoptar una presión política y económica mayor hacia La Habana. Asegura además que no pedirá a los conservadores del PP que corten las actuales inversiones privadas y públicas españolas en Cuba, pero sí comenta que quisiera ver que esas inversiones se hacen en condiciones más duras hacia el Gobierno cubano. El grupo Mas Tec, especializado en las instalación de redes de cable de fibra óptica, cuenta con 2.400 empleados y tuvo en 1994 unos beneficios netos de más de siete millones de dólares, lo que le ha convertido en una de las principales marcas de su sector, con actividades en 35 estados de EEUU y una fuerte presencia en Latinoamérica.

Sin embargo, Mastec incumplió el pago de la compra. Según el auto del juez Garzón [a partir de ahora, entrecomillado] el impago de deuda originó la descapitalización de Sintel, que en 1998 aún adeudaba 3.551 millones a Telefónica. Telefónica y Mastec acordaron entonces, "conscientes del grave perjuicio que generan a Sintel", que Sintel se convirtiera en avalista de Mastec como garantía de su propia venta.
Hasta 1999, Sintel desembolsó 1.973 millones de pesetas como pago de la deuda de Mastec a Telefónica y en enero de 2000 Sintel volvió a afrontar la deuda con el pago de otros 457 millones de pesetas, con lo que, hasta ese momento, Sintel había asumido ya 2.430 millones de la deuda de Mastec con la operadora.
Además, en 1999, Sintel concedió 488 millones de pesetas en créditos al grupo Mastec.

Según Garzón, los gestores no pretendían "impulsar la actividad industrial de Sintel, sino "hacer de ella un mero instrumento al servicio de sus intereses particulares y con menosprecio absoluto para los derechos de los trabajadores y acreedores". Como consecuencia de las acciones de sus gestores, Sintel afrontó sucesivas reducciones de plantilla y el impago de los salarios durante meses, "provocando una situación de insolvencia" que desembocó en la suspensión de pagos. Posteriormente, los gestores de Sintel "eluden asumir su directa responsabilidad", abandonan sus cargos y la empresa presentan suspensión de pagos. El 19 de marzo de 2001, el juzgado número 42 de Madrid declara la quiebra definitiva con un déficit de 9.877 millones. Antes de abandonar la gestión de Sintel, los querellados presentaron un plan de viabilidad que "no estaban dispuestos a cumplir" y que "indujo a error" al Ministerio de Trabajo, que admitió la extinción de 796 contratos, medida que "favoreció los intereses de los querellados". Poco después, durante el proceso de liquidación, Sintel solicita la extinción de los restantes 960 contratos con el "gravísimo argumento de que la empresa no existe".


Es cierto, Sintel ya no existe. Cinco años después todavía nos acordamos de la acampada protagonizada por unos trabajadores que no tienen traje ni gafas de diseño sino barriga y bigote, pero que han montado una cooperativa, Sintratel, que da beneficios, contrata gente y celebra sus juntas de accionistas. La semana pasada Anticorrupción presentó una ampliación de la querella inicial -la que da lugar al auto de Garzón- en la que solicita la imputación de Villalonga y la cúpula de Telefónica de aquellos años. Añade, entre otras muchas cosas, que las acciones de Mastec fueron transferidas a sociedades pantalla domiciliadas en las Islas Vírgenes para ocultar la responsabilidad del saqueo de la compañía.

Los hombres de negocios no son idiotas. Sabían ganar dinero.

Siete trabajadores de Sintel se suicidaron tras la regulación de empleo consecuencia de la quiebra y hasta que se desmontó el campamento. Otros siete murieron de ataques al corazón.

Etiquetas: , ,

pierre.gif