calentamiento global
El documento forma parte de una demanda federal en EE UU sobre el tema. La historia la pueden leer aquí. Y el documento, que merece una lectura, aquí.
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Y allá van de nuevo...
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Ese bonito paraje de ahí arriba no es, aunque pueda parecerlo, primera línea de playa, sino la ciudad amurallada de Kowloon. Un enclave chino dentro del antiguo territorio británico de Hong Kong. Dentro significa rodeado y amurallado, y casi vacío en origen. Era un puesto de vigilancia chino que no pasó a formar parte de la transferencia de territorios del siglo XIX entre China y Reino Unido. Como sucede con esos áticos cuya terraza tiene tres de cuatro paredes y una viga transversal, en plan “estos metros no están permitidos, pero ponga aquí con un poco de Uralita y le quedará un salón que ni Marina D’Or”, los británicos probablemente pensaron que para qué cojones negociar la entrega de un castillitos si se lo iban a quedar igual.
Los pocos habitantes que había en la ciudad amurallada (unos pocos centenares) abandonaron el recinto durante la ocupación japonesa, que saneó el enclave para hacer un aeródromo retomando, también aquí, algunas de las sanas costumbres inmobiliarias hispánicas, el “para qué quiere usted césped con lo barata que me sale la baldosa, amigo, que no hay que regar”. Al acabar la guerra, la gente (gente china) se dirigió a ese pedazo de tierra cubierta de escombro, porque podían distanciarse de la otra guerra, la Guerra Civil china, sin que los británicos les echasen. Rollo casilla de parchís; era territorio chino al fin y al cabo. Sin gobierno, sin policía, sin control. Sin tratados de extradición. Mola.
La gente excavó pozos para sacar agua, mangó la electricidad de las líneas que pasaban cerca y construyó como Dios manda: calles de un metro de ancho entre edificios de 15 o 20 pisos, iluminadas 24 horas por fluoresecentes (no llega demasiada luz hasta abajo) y un laberinto de pasillos y pasadizos elevados para moverse. 200 metros de largo, 100 metros de ancho, 50.000 habitantes (o 35.000, según las fuentes; no había un censo). Las luces de aproximación a un aeropuerto cercano estaban en la azotea de los edificios. La envidia, pues, de un buen promotor español y un ejemplo de las fuerzas beneficiosas del mercado libre, pero libre de verdad, porque ni los chinos ni los británicos querían meter mano ahí.. El enclave atrajo inversiones extranjeras, negocio y actividad económica. Las Triadas chinas crearon empleo a porrillo en fumaderos de opio, prostíbulos y salas de juego. Pero, por lo visto, también había clínicas, dentistas, tiendas, talleres, alguna escuela y alguna iglesia, según lo que pone por ahí. Rara que es la gente.
La entrada sobre la ciudad de Kowloon la tenía en mente desde hacía mogollón, hasta que la vi, seguramente mejor documentada y escrita de lo que yo lo habría hecho, en el blog Fronteras, que descubrí hace poco. Léanse su entrada, que es un poco idiota repetir las cosas cuando están bien hechas. Además, qué narices, yo no tengo más que contar; luego vino lo de siempre. Propuesta del gobierno para realojar al vecindario, peña que no se quiere ir, les sueltan la pasta, pasa un bulldozer y sobre el solar hacen un parquecito para que jueguen los ninios. En esto no sé si se parecerá la cosa a Españaza.
El que escribe el blog Fronteras, además, ha pillado otra de mis obsesiones desde que era pequeño: coger un mapa y buscar los sitios más apartados, las islas más inverosímiles. Mola el Mapa de la Accesibilidad Global. Y aquí tienen una bonita entrada sobre las islas más remotas del planeta. El pedazo de tierra con bicho habitado más alejado de otro pedazo de tierra es Tristán da Cunha, una isla a medio camino entres Ciudad del Cabo y Buenos Aires. Aquí pueden ver una foto del sitio. Aléjense con la flechita, ya verán.
El vecino más cercano al que pueden pedir sal está en Santa Helena, ya saben, donde Napoleón, 2.100 kilómetros al Norte. Son 264 habitantes. Como dice en la página “oficial” de la isla, “Tristan fue ignorada por los exploradores como posible asentamiento por sus abruptas montañas, la ausencia de un puerto natural, falta de suelo agrícola y un duro clima de fuertes lluvias y vientos en todas las estaciones”. Y tienen un cuadrito y todo con los primeros pobladores. Los apellidos en mayúscula son los que quedan en la isla. Para que se hagan una idea de cómo va el rollo por allí, la gente que sale de Santa Helena o Tristán emigra a… ¡Las Malvinas!
Dice Wikipedia: "En la isla se consume a la semana una botella de whisky por persona, es decir, aproximadamente 300 botellas a la semana, un número bastante elevado [no comment]. Actualmente existe en el asentamiento Edimburgo una tienda de ultramarinos, una emisora local de radio, un café, un videoclub, una piscina y una pista de tenis". Además, por la complicada orografía (tienen un pico de 2.000 metros), no hay aeropuerto, y en el puerto sólo se pueden amarrar botes. Las provisiones llegan anualmente. O al menos eso pone en Internet, y lo que pone en Internet, ya saben, es cierto.
A todos los habitantes se los llevaron en los años 60 a Southampton (todos los caminos conducen al mismo sitio) por una alerta de erupción del volcán. Casi todos volvieron, algunos se quedaron a vivir en Inglaterra y alguno murió porque, como habrán adivinado, a Tristán da Cunha no llegan demasiadas personas ni demasiadas enfermedades, luego el sistema inmune de los cunheiros no debe estar muy preparado para infecciones. El caso es que votaron 148 a 5 volver a su pedazo de roca aislado del mundo.
Ahora viven de pescar langostas (o algo así), de vender sellos a coleccionistas y del turismo. Según el Tristan Times, este verano (austral) han llegado nueve barcos de turistas, lo que significa, a) que hay peña con mucho tiempo libre, b) que tocan a bastantes turistas por lugareño y c) o corolario, que quizá ser adolescente no sea tan chungo en la isla. Aunque si fuese con compañía femenina no sé si la perdería de vista durante demasiado tiempo.
Tristán da Cunha. La ciudad amurallada de Kowloon. ¿Dónde preferiría el amable lector vivir? ¿Rodeado de vicios en un mundo de Blade Runner? ¿Rodeado durante toda tu vida por el mismo puñado de personas?
-Como bonus, la isla Bouvet, el pedazo de tierra (mejor dicho, de hielo) sin bicho más aislado del mundo. Aparte de algunas estaciones de balleneros (que , por definición, no se quedan mucho tiempo), nunca estuvo habitada, pues los intentos de establecer estaciones meteorológicas no fructificaron. Según se dice por ahí, había otra isla, avistada en el siglo XIX, que pudo desaparecer en una erupción volcánica. Es la isla Thompson.
-Y bonus del bonus, léanse La Piel Fría, de Albert Sánchez Piñol.
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