El euro, como todas las cosas indefinidas, que no hablan ni tienen bandera ni prensa afín ni nada, es ideal para cargar culpas, como los árbitros de fútbol. Se le puede echar la culpa de la crisis y, al minuto siguiente, decir que es víctima de una conspiración. Total, no va a quejarse. A mi entender, la peseta no habría evitado el recalentamiento de la economía española ni la llegada de flujos de dinero que compensasen el déficit exterior y que financiasen un elevadísimo endeudamiento privado. Islandia es un ejemplo. Pero también los estados bálticos; los desequilibrios se pueden prolongar mucho tiempo, hasta que el mercado los corrige, a hostias, claro. Durante los peores momentos del crac, la existencia del euro ha sido una protección que ha evitado una fuga de capitales. Sin la protección de la divisa y del BCE, lo habríamos pasado peor en 2008 y 2009.
Tampoco creo que lo de estos días sea nada personal. La especulación quiere ganar dinero, y cuando el contexto es favorable, se pone a ello. Y punto. Si acaso, el puntito de euroescepticismo de la prensa británica ha hecho que todo parezca más grande. Sucede que el mercado, cuando ha dejado de ganar dinero en bolsa, materias primas, bonos de empresa, mercados emergentes etc. etc., ha visto una falla en la zona euro, y la ha explotado. La han tomado con la periferia europea, porque hay motivos para ello, porque son mercados líquidos donde se puede mover mucha pasta, y porque no hieren demasiadas susceptibilidades. Se ha comparado con los ataques al Sistema Monetario Europeo de Soros, pero no es lo mismo. De hecho, es una comparación que puede ser confusa.
En 1992 Soros quería sacar a la libra del SME, y tenía delante al Banco de Inglaterra, que no quería. Soros lanzó la apuesta y el dinero se fue detrás de el. Perdió el Banco de Inglaterra. Ahora es distinto; ahora es una partida de póker a varias bandas que empezó en noviembre-diciembre, cuando el mercado empezó a castigar a Grecia por sus maltrechas finanzas públicas. El gobierno se mostró reticente a meter la tijera en el gasto, y el mundo financiero barajaba varias opciones, asumiendo que no se dejaría caer a Grecia. De un tiempo a esta parte, hasta ayer de hecho, el Banco Central Europeo, la Comisión Europea y los principales Estados miembros han dejado claro que cada país tiene que ser responsable de sus actos. Y los mercados han aceptado gustosos el papel de poli malo, que de paso gana pasta. Los resultados de la somanta de yoyas a la vista están. En pocas semanas los gobiernos de Portugal, Grecia y España han aparecido como prudentes y abnegadas amas de casa dignas de aparecer en los manuales de la Sección Femenina. Sí, la zurra bursátil tiene algo más de eficacia que las monjiles regañinas de Almunia, Trichet o, acabáramos, van Rompuy.
Pero no hay un objetivo más allá. Sacar a Grecia de la zona euro o pensar que va a dejar de pagar sus deudas puede ser la fantasía erótica de algún Lord inglés euroescéptico o del editorialista de algún tabloide con chica en la 3, pero no es una opción en la que un inversor arriesgaría su dinero. El BCE puede ser una estricta gobernanta prusiana, pero no va impartiendo justicia por el mundo. Permite que el mercado obligue a España a cuadrar las cuentas, pero no le conviene que nadie quiebre. Ya puso en marcha la máquina de imprimir billetes en 2008 (al igual que la Fed y el Banco de Inglaterra), y con pulsar un botón puede comprar deuda española emitiendo dinero nuevo. Eso quebraría en minutos a cualquier fondo con posiciones contra el euro o la deuda griega, y como los inversores lo saben, se baten en retirada rápidamente.
Hasta ayer, Europa no pestañeó, porque quiere que exista disciplina fiscal. El euro proporciona un colchón financiero a los Estados, que se pueden permitir déficit que el mercado, en otro contexto, castigaría con unos tipos de interés extraordinariamente altos. Si, además de eso, el BCE respalda abiertamente a los países con más deuda, estaría incentivando la indisciplina. Pero tampoco el plan de ayuda a Grecia que parecen estar poniendo en marcha la Unión Europea será el final de la crisis. Si se diese carta blanca al Gobierno, no aprobaría los recortes de gasto, y volveríamos a la situación anterior. Y conviene no olvidar que los especuladores ganan también cuando todo mejor. Durante algunas semanas o meses, seguiremos en la montaña rusa.
La prueba de fuego llegará cuando el BCE tenga que decidir si la deuda griega puede ser aceptada como colateral cuando un banco pide dinero. Esto, en cristiano, quiere decir que hoy por hoy el Banco del Pireo puede comprar deuda del Tesoro heleno y pedir dinero al BCE (al 1%) utilizando estos bonos como garantía. Eso permite que el Estado griego coloque sus bonos en el mercado; es como comprar una casa para alquilarla teniendo garantizado que la letra de la hipoteca será menos de lo que cobras por alquilar. La casa podrá subir o bajar de precio, pero siempre tendrá salida en el mercado.
De forma extraordinaria, el BCE rebajó en 2008 los requisitos para el uso de estos colaterales, rebajando a BBB la calificación mínima exigida desde A-. En teoría, a finales de 2010 se vuelve al sistema anterior. La deuda griega aún cumpliría el requisito mínimo, pero una rebaja de rating (algo muy probable) haría que Grecia tuviese más problemas para vender deuda. Obligaría al BCE a elegir entre dejar a Grecia a los pies de los caballos o enviar a Irlanda, Portugal, Italia, España y al resto la señal de que Fraulein siempre nos lavará la ropa cuando nos ensuciamos. Es lo que quiere evitar a toda costa, y por eso deja a los mercados golpear con saña. Pero eso no quiere decir que esté dispuesto a sacrificar la zona euro en el altar de la estabilidad financiera.
Por eso el ataque de los mercados tiene un recorrido limitado. El presunto objetivo final (impago, ruptura del euro) es demasiado ambicioso, no existe. En el otro lado, ni Grecia ni nadie puede aguantar el órdago de los mercados ni confiar abiertamente en un respaldo incondicional de Europa. La partida de póker continuará, un tira y afloja entre los inversores y los planes de austeridad de los gobiernos, con el BCE observando desde la barrera. El dinero entrará y saldrá de la deuda griega y española según por dónde sople el viento, probablemente hasta que el BCE considere que los Estados ya han hecho suficiente. Pero si todo marcha según lo previsto, para entonces los especuladores habrán encontrado otro filón.
Etiquetas: dame un euro, Españaza