The Quiet Coup
Mientras entrullan al vejete, Larry Summers y Tim Geithner se esfuerzan por no molestar demasiado al estabishment financiero. Éste, entre las ayudas directas al sector, las indirectas (las de AIG se destinaron casi íntegramente a cubrir contratos de derivados cuya contraparte eran bancos estadounidenses y europeos) y, sobre todo, la señal de que jamás volverá a caer nadie de los grantes, vislumbra un 2009 no demasiado malo en términos de bonus. Hasta se permiten devolver parte de las ayudas (las directas), un capote para los lobbies que van a lijar y lijar la reforma financiera de Obama hasta que no raspe. No es que me parezca mal, dentro de su evidente inmoralidad, que públicamente se de dinero para impedir un crac financiero mayor. Lo que me asombra es que no se pida nada a cambio.
Hay una incompatibilidad de fondo. La idea de que la crisis financiera es la más severa desde los años 30 y que el día después de la crisis será como el día antes no la compro. Por mucho que me saquen por la tele a víctimas de Madoff. Lo más gracioso es que, cuando alguien habla de pasar un bulldozer por encima del sistema financiero, es decir, propone cambiar de cabo a rabo la normativa, nacionalizar las entidades que no puedan valerse por sí mismas, intentar que la cosa se pueda distinguir, aun mínimamente, de un casino etc. etc, se habla de propuestas "populistas". Sin embargo, la sentencia a Madoff es "justa". Me lo expliquen.
Ahora, por favor, si de verdad les interesa lo que está pasando en el mundo, léanse The Quiet Coup, artículo publicado en The Atlantic por Simon Johnson, ex economista jefe del FMI. Aquí algún alma caritativa lo ha traducido. En serio, no se lo pierdan. De bonus, unas transparencias chulas.
Un par de extractos:
"Por ser tan profunda y abrupto, la crisis económica y financiera recuerda en un grado chocante a los momentos que en tiempos recientes vimos en mercados emergentes (y solamente en ellos). Corea del Sur (1997), Malasia (1998), Rusia y Argentina (una y otra vez). En cada uno de esos casos, los inversores internacionales, movidos por temor a que ese país o su sector financiero no podía pagar su montaña de deudas, de pronto no les concedió más crédito. Y en cada uno de esos casos, ese temor se convirtió en una profecía que causó su propio cumplimiento, ya que los bancos, al no poder renovar sus deudas, de hecho se convirtieron en incapaces de pagar. Esto es precisamente lo que empujó a Lehman Brothers a la bancarrota el día 15 de septiembre, abundando en que se secara de la noche a la mañana toda fuente de financiación para el sector financiero en EE.UU. Al igual que en las crisis de mercados emergentes, la debilidad del sector bancario rápidamente se extendió al resto de la economía, causando una grave contracción económica y tiempos duros para millones de gente."
"Sin embargo, hay una similitud mucho más preocupante: los intereses de la élite de negocios – en este caso de los EE.UU., financieros – jugaron un papel central en la creación de la crisis, haciendo apuestas cada vez mayores, con el respaldo implícito del gobierno, hasta producirse el colapso inevitable. Más alarmante aún, están usando su influencia para evitar precisamente los tipos de reforma que son necesarios – y de forma rápida – para sacar la economía de su caída en picado. El gobierno parece incapaz o indispuesto a actuar firme en contra de ellos."En un sistema político primitivo, el poder se transmite por medio de la violencia, o su amenaza: golpes militares, milicias privadas, etcétera. En un sistema menos primitivo, como es típico en el caso de los mercados emergentes, el poder se transmite a través del dinero: sobornos, comisiones ilegales y cuentas bancarias en paraísos fiscales. Aunque la acción de bufetes de presión política y las contribuciones financieras a campañas electorales sí juegan un papel destacado en el sistema político de los Estados Unidos, la corrupción a la vieja usanza – sobres repletos de billetes de $100 – tiene probablemente poca relevancia hoy en día, pese a figuras como Jack Abramoff.
En lugar de ello, la industria financiera de EE.UU. obtuvo su poder político al amasar un tipo de capital cultural: un sistema de creencias. En un pasado, tal vez, existió una creencia según la cual lo que era bueno para General Motors lo era también para el país. A lo largo de la pasada década se implantó la idea que lo que es bueno para Wall Street también lo es para el país. La industria de la banca y el mercado de valores se convirtió en uno de los principales contribuyentes a las campañas políticas, pero en el punto álgido de su influencia, no tenía por qué comprarse los favores políticos de la misma forma en que, por ejemplo, sí tendrían que hacer quizá las empresas del tabaco o los contratistas militares. En su lugar, se benefició del hecho que quienes se desenvolvían en las tripas de Washington ya estaban convencidos de que la existencia de las grandes instituciones financieras y los mercados libres de capital era esencial para la posición de los EE.UU. en el mundo."
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