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Y allá van de nuevo...

martes, mayo 29, 2007

Economía de andar por casa

El otro día, hace sólo una semana, me di cuenta de que perder un bonometro de 10 viajes me jode muchísimo. Cuesta menos de siete euros, pero me jode muchísimo más que perder el dinero. Si me dan a elegir, probablemente prefiera palmar 15 o 20 euracos que un bonometro. Y no sólo por el hecho de chuparse la cola, ya sea ante el funcionario indignado por haberle interrumpido la lectura de 'Caballo de Troya XVII, la Revelación', ya sea detrás de un grupo de personas que observan boquiabiertas las máquinas expendedoras con la misma expresión que los protagonistas de Encuentros en la Tercera fase. No es sólo eso. Quizá sea que la pérdida es más tangible. O quizá sea otra cosa.

Hoy en Microsiervos explican cómo funciona esto, desde un artículo del Washington Post. Lo llaman Contabilidad Mental, y ponen un buen número de ejemplos que indican que los procesos mentales relacionados con el dinero no son siempre tan coherentes como creemos que deberían ser. El experimento que citan parte de que queremos ir al cine y dos entradas cuestan 10 euros. Un grupo pierde las entradas y otro pierde 10 euros antes de comprarlas. Qué hacer: ¿Comprar una nueva o volver a casa?. El 46% de los que perdieron la entrada comprarían otra, pero el 88% de los que perdieron el dinero lo harían. No tiene mucho sentido, ¿verdad?

Habla de eso y de más cosas aparentemente irracionales que sugieren que nuestro cerebro funciona asignando partidas de gasto e ingreso previsto, y que los descuadres en esta especie de presupuesto nos llevan a decisiones un poco tontas. Como comprar cosas rebajadas que no necesitamos porque están rebajadas. O jugar en el casino la paga extra pero ni un dólar más de la paga extra, como si fuese un dinero distinto. O ir al gimnasio porque hemos pagado aunque tengamos lesionado el tobillo.

Esto me recuerda a ese otro experimento en el que se pregunta a dos grupo de personas lo que estarían dispuestos a pagar porque les llevasen un refresco a la toalla de la playa. A un grupo se le informa del precio al que se compran las latas y a otro no. Sistemáticamente, el grupo que conoce el precio está dispuesto a pagar menos por la misma cosa en las mismas condiciones.

Sin embargo, creo que esto ya es distinto. Porque, siguiendo con la vena friki, me acuerdo también de otro experimento, y ya van tres, éste con niños y que vi en un documental de la BBC. Un niño recibe 10 monedas de chocolate y se le pide que las reparta con otro. El otro tiene la capacidad de vetar el reparto y dejar a los dos sin monedas, pero no hay segunda ronda, es decir, no hay negociación. Si dice que no, ninguno come y se van del experimento. Lo razonable en términos económicos es que diga que sí a cualquier cantidad de monedas; no tiene nada que perder. Sin embargo, cuando el reparto es especialmente desigual, los niños tienen a rechazar el acuerdo, renunciando a una, dos o tres chocolatinas a cambio de nada.

La verdad, tampoco hace falta ver un documental de la BBC. Se acordarán, supongo, de los bocadillos en el recreo de EGB… Ahí se llegaba a una suerte de equilibrio en la cantidad de bocadillo de salchichón compartida con el resto. Todos ponían o poníamos el dedo pulgar en el bocata para limitar el alcance de la mandíbula del otro, pero los que ponían el dedo demasiado cerca del borde se exponían al cabreo del resto, con consecuencias negativas en recreos posteriores.

En realidad, ni unos niños ni otros renuncian sólo por orgullo. Los autores de este último estudio , el de las chocolatinas, consideran que el cerebro está programado para no aceptar cambios que considere injustos, no por un ansia infinita de igualdad, sino como mecanismo de supervivencia a largo plazo. Es un mensaje. Decir que yo prefiero no comer y buscarme la vida antes que regalarte nada.

Dicho esto, y ya un poco más en serio, me fascinan estas historias. Si ustedes escuchan a un economista hablar, probablemente piensen que se encuentran ante un científico con capacidad de establecer hipótesis razonables y comprobarlas empíricamente, cuando en realidad no sólo es incapaz de hacer alguna estas dos cosas, sino que ni siquiera conoce los mecanismos de elección humana, que son al fin y al cabo los que definen nuestros actos y los causantes últimos de las consecuencias que queremos predecir, controlar o modificar. Decía Woody Allen que cuando alguien empieza hablando de Dios, acaba hablando de (o pidiendo) dinero. Aquí lo mismo. Cuando alguien empieza hablando de economía, termina hablando de política. De poder. Y voy a dejar aquí el desbarre, porque sí, estoy hablando de poder, de que en realidad estamos programados para rechazar, cuando podamos, el abuso. Que eso de "no como para que se joda el cocinero" no es tan idiota como pensamos, sino que es un instinto de supervivencia. Y las entradas se funden en mi cabeza como pegajosas plastas de chapapote, porque tenía una en mente, ya esbozada antes, sobre las más bien escasas diferencias entre las relaciones de poder-contrapoder en grandes empresas, grandes partidos políticos, universidades, dictaduras o cualquier grupo jerarquizado (el mundo de la moda, el literario, el periodístico o la comunidad científica) al hilo de La Vida de los Otros, pero sería demasiado.

Me limitaré a recordarles que ya saben lo que tienen que hacer cuando su empresa les quiera sodomizar más de lo normal. Y lo que tienen que responder cuando les espeten "no sabes lo que estás haciendo".

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17 Comments:

Anonymous Anónimo said...

A eso ya respondió Melville "preferiría no hacerlo" en El Escribiente y no paró de escribir sin exito en su epoca al parecer.Yo ayer compré medio kilo de cerezas del Jerte a 5 (4,95) euros, sabiendo que pueden ser las últimas que han quedado vivas,porque oí que con las lluvias se habian perdido casi todas, al suponer que pasado mañana estarian a 10)9,98). Otro vecino tambien compró aunque no lo tenia en su lista.Pero siempre tiene que haber un "Gordo y Flaco" sino el equilibrio se rompería.

30 mayo, 2007 08:13  
Blogger bacua said...

Pierre para estos casos los economistas no hablan de dinero, se hable de función de satisfacción, hasta que x y o z estás satisfecho? Por lo que obvian que si una entrada vale 10 pavos y pierdes dos, estés perdiendo 20 pavos, para ellos pierdes una x y o z que te satisfacía dicha entrada (en su caso dicho bonometro).

30 mayo, 2007 09:43  
Anonymous Anónimo said...

Es desolador darse cuenta que estás a día 1 de mes cuando ves el colón que se forma en las máquinas del metro. Son las 7:30 AM y ya estás jurando en arameo.

30 mayo, 2007 11:41  
Anonymous Anónimo said...

Respecto a lo del bocadillo, mi hermano prefiere comprarles a sus amigos un donut (o bollo similar) que darles parte del suyo.

30 mayo, 2007 11:54  
Anonymous Anónimo said...

Bueno, valoras más las entradas de cine porque te cuestan 10 euros + 20 minutos de cola (que también valoras). Me parece perfectamente lógico, no veo la contradicción.
Y como comenta "bacua", en todos los libros de texto de microeconomía se insiste en que las preferencias no pueden reducirse a una función escalar (euros). Aunque después, por simplificar...

30 mayo, 2007 12:15  
Blogger Pierre Nodoyuna said...

No, lo de la compra no es lo mismo. En ambos casos tienes que comprar la entrada, luego no hay diferencia a la hora de plantearse si vas al cine o no vas. En el bonometro sí.

Y, sí, se habla de la función de satisfacción o utilidad. Pero eso raramente sale del ámbito de la micro y cuando lo hace siempre lo hace bajo el supuesto de "la gente es más feliz cuanta más pasta tiene", lo que es cierto a medias.

No pretendo decir que todo es una mierda, pero sí que hay un gran contraste entre lo que se asume que sabemos de economía y lo que desconocemos de sobre como funcionamos a la hora de tomar decisiones económicas.

30 mayo, 2007 13:03  
Anonymous Anónimo said...

Recomiendo un artículo de Bruce Schneier traducido al español en http://www.seguridaddigital.info/index.php?option=com_content&task=view&id=162&Itemid=26
sobre la psicología de la seguridad. Habla de estos experimentos y otros y de cómo funciona el cerebro. Altamente recomendable.

30 mayo, 2007 13:17  
Blogger David said...

Lo que no sé es porqué no compras el abono transportes, que es mucho más útil.
Ahí si que influye el ahorro, porque dices si quiero cojo varios autobuses, aunque no los cojas nunca, y al final te sale igual de caro.
Eso sí que jode perderlo, pero como dices pierre, lo tienes que comprar, no te queda otra.
También te tiras un buen rato comparando precios en el mercadona, y te compras una bolsa de bocabits, que si le miras el precio por kilo, casi mejor comprar jabugo, que seguro que lo disfrutas más.

30 mayo, 2007 16:12  
Blogger Dr. Malcolm said...

- ¿tú sabes cómo se esconde un elefante en un campo de margaritas?
- ....
- se camufla, ¿has visto algún elefante en un campo de margaritas?
- no
- ¿has visto qué bien se camuflan?

pues eso

30 mayo, 2007 17:48  
Anonymous Anónimo said...

Yo tengo un presupuesto (no concreto) al mes para desastreces, pérdidas, etc. Lo asumo y eso me hace sufrir menos. Pero sí que me parecen intrigantes esas reflexiones, por ejemplo, odio pagar la multa del videoclub cuando devuelvo tarde una película que no he tenido tiempo de ver,así que intento evitarlo, aunque sea poco dinero, aunque tenga que vestirme y salir solo a eso... y sin embargo, me da igual pagar 20 euros arriba o abajo si compro un perfume en un sitio u otro. ¿Por qué los 20 euros de más no duelen tanto si los sumamos a una cantidad importante, por ejemplo a lo que cuesta un billete de avión? Al fin y al cabo, 20 euros son 20 euros...

30 mayo, 2007 20:04  
Anonymous Anónimo said...

Me gusta como escribes Pierre. Te sigo desde hace poco pero tiene mucho arte el empezar hablando de un billete de metro y acabar hablando de poder.
En cuanto al post del dr. Malcom diré que no lo entiendo (perdón por ser tan torpe)

31 mayo, 2007 00:16  
Anonymous Anónimo said...

Lo confieso: de cani me comía el bocadillo de mis compañeros, después de haberme comido el mio yo solito. No tenían valor para poner el dedo, corrían el peligro de quedarse sin él.

31 mayo, 2007 13:34  
Blogger SuzieMoi said...

Acabo de descubrir tu blog y me gusta. Enhorabuena. Yo de pequeña cambiaba pitufos por bocadillos. Mi madre quería que comiera la merienda del cole pero era una caca. Yo prefería quedarme sin pitufos y comer bocadillo bueno, por muy efímero que fuera el placer.

31 mayo, 2007 21:51  
Anonymous Anónimo said...

Esta historía me recuerda a otra:

En el libro de John Paulos Un matemático invierte en la bolsa se cuenta el siguiente cuento:

Un hombre está en su noche de bodas en un casino de Las Vegas. Su mujer se ha quedado dormida pero él no consigue dormirse, se levanta y ve una ficha de $5 encima de la mesita de noche. Como ve que no va a dormirse otra vez baja a jugarse los cinco dólares.

Baja al casino, y apuesto los $5 al 27 (su cumpleaños) y gana una vez. Y otra. Y otra. Y otra. Y otra. Y otra. Cuándo tiene muchos miles de dólares vuelve a jugarlos otra vez al 27. Y lo pierde todo.

Entonces vuelve a su habitación, su mujer está despierta y le pregunta: dónde estabas? Y el hombre le contesta:
- No podía dormir y bajé a jugar un rato.
- Y qué tal te ha ido?
- Bueno, he perdido cinco dólares.

Por algún efecto psicológico tendemos a minimizar las pérdidas de una manera similar a como maximizamos las ganacias.Espero que igual que a mi os haya gustado la historia. Y felicidades por el blog

01 junio, 2007 00:33  
Anonymous Anónimo said...

poner el dedo??? paparruchas! Lo mejor era esconderse con el bocata completo!!!
PD. Y limpiarse las migas después, of course.
Anónima

01 junio, 2007 12:20  
Blogger spidi said...

La diferencia de la actitud frente a la compra a partir de perder las entradas o el dinero, yo creo que en gran medida se explica al desagradable hecho de tener que pagar dos veces por lo mismo.

Mientras no conviertas ese dinero en "algo", sigue siendo dinero que habrías podido dedicar a otra cosa.

Te refugias en lo siguiente: "bueno, pues ya no compro palomitas".

04 junio, 2007 12:12  
Blogger Pedro said...

Con lo que no estoy de acuerdo es con lo de los gimnasios.

De hecho, creo que los gimnasios viven de eso: de la gente que se apunta a "ofertas" de seis meses a precio reducido, y luego sólo va la primera semana o, como mucho, las dos primeras.

Por lo demás, el artículo, como siempre, muy bueno.

04 junio, 2007 16:15  

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