Burmese Days (ii)
Sinceramente, me molesta un poco eso que me dice todo el mundo. "Vaya la que has liado en Birmania, eh", aunque sé que lo hacen con buena intención, o al menos con la de hilar conversación. En realidad, no me parece mal que me lo digan, pero me siento algo violento. No sé qué se supone que debo decir, porque pienso en el viaje a Birmania, o Myanmar, y me vienen muchas cosas a la cabeza, pero por encima de todo qué habrá sucedido con la gente que nos cruzamos allí. Con el monje que estuvo hablando con nosotros en la Shwedagon Paya, por ejemplo, el primero con el que tratamos. Tenía 28 o 30 años y era del Oeste, de Rakhine, y estudiaba pali -algo así como el latín de los budistas del sureste asiático, los budistas theravada- en Yangón. Yo todavía no sabía que en Birmania la gente está siempre mascando betel, una especie de tabaco rojo, y pensé que al monje le sangraban demasiado las encías. Me explicó los días de la semana en el budismo y cómo echar agua a una imagen de un conejillo de indias traía suerte.
También pienso en la primera persona que me comentó que el día 17 iba a haber manifestaciones, un conductor de trishaw -una especie de bici-taxi con sidecar- de Mandalay, que decía que era de la Liga Nacional para la Democracia, el partido de Aung San Suu Kyi. The Lady, como la llaman con veneración todos los birmanos. O en la gente de Hsipaw, un maravilloso pueblo en las colinas Shan donde el tiempo parecía haberse parado.
O en los chicos de Bagán que me invitaron a jugar con ellos al chinlon, que consiste en mantener en el aire una pelota como de mimbre usando sólo los pies, las rodillas y la cabeza. Es el deporte favoritos de los birmanos, no tiene ganadores o perdedores -sólo si juegan con red, estilo voleibol- y cuando lo hacen en serio, por lo visto, es una mezcla de juego, arte marcial y danza, pero eso no lo vi, yo sólo vi a gente jugando para divertirse. Supongo que dentro de unos días volverán a jugar a la sombra de la acacia, pero no sé que habrá pasado con la otra gente. Con los monjes que se manifestaban en la calle Bogyoke Aung San, dedicada al héroe nacional padre de Suu Kyi. Aquella manifestación estaba tolerada y organizada. Tenía un cordón de seguridad y el único policía de los alrededores era un guardia de tráfico. Algunos extranjeros filmábamos a los monjes y éstos nos miraban y elevaban el pulgar con el puño cerrado.
Algunos de los que salen en este vídeo estarán muertos. Otros detenidos. Por eso no sé qué decir cuando me sacan el tema.
Birmania es un país increíbe, pero lo especial es la gente. Tienen la serenidad, la empatía y la honestidad que no se encuentra por ahí, una especie de inocencia que no lo es, y la sonrisa más sincera.
Pero luego te coges un avión, y mientras allí los monjes plantan cara a los soldados un taxista sucio e indignado insulta a los motoristas, y ves los bosques de grúas en los alrededores de la ciudad antes de entrar en tu pequeña casa, que increíblemente está como la dejaste, y vuelves a tu rutina y nada a tu alrededor ha cambiado, sólo el poso que te ha dejado dentro esta gente que vive en otro mundo.
P.D.- Ya sé que como cámara no tengo futuro. Ahórrense los comentarios, que ya me han dado bastante caña, y traten de no vomitar. Gracias a los que me echaron un cable para convertir el vídeo.
También pienso en la primera persona que me comentó que el día 17 iba a haber manifestaciones, un conductor de trishaw -una especie de bici-taxi con sidecar- de Mandalay, que decía que era de la Liga Nacional para la Democracia, el partido de Aung San Suu Kyi. The Lady, como la llaman con veneración todos los birmanos. O en la gente de Hsipaw, un maravilloso pueblo en las colinas Shan donde el tiempo parecía haberse parado.
O en los chicos de Bagán que me invitaron a jugar con ellos al chinlon, que consiste en mantener en el aire una pelota como de mimbre usando sólo los pies, las rodillas y la cabeza. Es el deporte favoritos de los birmanos, no tiene ganadores o perdedores -sólo si juegan con red, estilo voleibol- y cuando lo hacen en serio, por lo visto, es una mezcla de juego, arte marcial y danza, pero eso no lo vi, yo sólo vi a gente jugando para divertirse. Supongo que dentro de unos días volverán a jugar a la sombra de la acacia, pero no sé que habrá pasado con la otra gente. Con los monjes que se manifestaban en la calle Bogyoke Aung San, dedicada al héroe nacional padre de Suu Kyi. Aquella manifestación estaba tolerada y organizada. Tenía un cordón de seguridad y el único policía de los alrededores era un guardia de tráfico. Algunos extranjeros filmábamos a los monjes y éstos nos miraban y elevaban el pulgar con el puño cerrado.
Algunos de los que salen en este vídeo estarán muertos. Otros detenidos. Por eso no sé qué decir cuando me sacan el tema.
Birmania es un país increíbe, pero lo especial es la gente. Tienen la serenidad, la empatía y la honestidad que no se encuentra por ahí, una especie de inocencia que no lo es, y la sonrisa más sincera.
Pero luego te coges un avión, y mientras allí los monjes plantan cara a los soldados un taxista sucio e indignado insulta a los motoristas, y ves los bosques de grúas en los alrededores de la ciudad antes de entrar en tu pequeña casa, que increíblemente está como la dejaste, y vuelves a tu rutina y nada a tu alrededor ha cambiado, sólo el poso que te ha dejado dentro esta gente que vive en otro mundo.
P.D.- Ya sé que como cámara no tengo futuro. Ahórrense los comentarios, que ya me han dado bastante caña, y traten de no vomitar. Gracias a los que me echaron un cable para convertir el vídeo.
Etiquetas: Birmania
5 Comments:
Hombre, no eres Scorsese pero tanto como vomitar...se puede decir que tienes un estilo libre pero, oye, también lo decían de Kevin Smith y "Clerks" estuvo más de cuatro años en cartelera.
Lo importante es contarlo, por eso te lo agradecían los bonzos que te vieron filmando la manifa.
Anónima
¿Tuvisteis problemas los turistas extranjeros?
Animo Pierre, ya tienes algo que contar a los nietos de verdad. No todos pueden decir lo mismo.
ves los bosques de grúas en los alrededores de la ciudad
Confieso que es lo que más me llamó la atención esta vez que volví a España, supongo que porque no suelo entrar por Madrid. Nada más posarse el avión en la pista de aterrizaje en Barajas podía uno empezar a contar grúas.
Y sí, debe ser duro saber que gente a la que viste, fotografiaste o grabaste ya no está.
Mucho ánimo, Pierre.
Es necesario viajar para sentir la realidad de otras personas. La televisión nos aporta información pero no nos indignan lo suficiente las cosas que vemos, y es una desgracia.
Publicar un comentario
<< Home