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Y allá van de nuevo...

miércoles, octubre 31, 2007

192

Ayer en el metro me fijé en un individuo. Vestido de traje, ni caro ni barato, de mediana edad, un poco calvo, con gafas y una expresión hirsuta. Iba de pie y leía. Leía “Las mentiras del 11-M”. Me fijé un poco más en él y vi que la página por la que estaba abierto el libro estaba subrayada con rotulador fosforito. En dos colores, verde y naranja, a veces superpuestos. Pensaba si esto obedecería a una manía, a que se le había acabado uno de los dos o a una refinada técnica de lectura o memorización. En ésas estaba cuando el metro paró en la estación de Atocha Renfe.

“Las Mentiras del 11-M” es un libro escrito por Luis del Pino, ignoto investigador que se empezó a hacer famoso soltando soflamas conspiracionistas en una radio local de Madrid hasta que la derecha mediática lo encumbró. Y el libro sigue por esa misma senda. Una senda rastrera, deleznable, asquerosa, ruin, mentirosa, demagógica, inmoral y no sé qué más calificativos, una senda que ha convertido a las personas supuestamente más comprometidas contra en terrorismo en abogados defensores de los mayores terroristas que haya conocido Europa desde el atentado de Lockerbie. Que ha provocado hechos insólitos como que un juez tenga que recordar a una asociación de víctimas del terrorismo su papel de acusación particular al interrogar al presunto asesino. Porque el 11-M lo montaron entre un montón de malos juntos, ETA, la policía, el PSOE, PRISA y, quizá los islamistas con el único objetivo de echar a J.M. Aznar, ese ser que escribió en su libro que no hacía falta matar a 200 personas para que se fuese.El subconsciente juega malas pasadas, sí, deja entrever cuál es la escala de valores de la gente y el pisar moqueta está arriba, muy arriba. Pero por mucho que les jodiese dejar el poder el atentado no era contra ellos, era contra todos.

Con todo, esta entrada no está dirigida a los que, como el pobre imbécil del metro, se calientan la cabeza, ni a los escribas de alquiler que le proporcionan la ración de bazofia ni, claro está, a los que trazan la senda. Va dirigido a quienes han observado este proceso con la suficiencia del que cree que lo ha visto todo, que está de vuelta y considera esta brutal degradación de las instituciones como parte del juego de poder y contrapoder, ya saben, “la política es así”. Una actitud profundamente española, incapaz de entender la realidad más allá de quién está dentro del coche oficial y quién fuera, de si el empresario, el periodistilla o el simple tertuliano de bar se siente cerca de la puta moqueta.

Este pasotismo es muy propio de la izquierda melindrosa. La que no vota para no ensuciarse las manos. Aquí nos indignamos mucho y nos hinchamos de sentido de Estado si se quema una foto de rey, o tras la última patochada de un defensa del Barça. Nos rasgamos las vestiduras en función de si una empresa eléctrica tiene capital catalán, alemán o italiano (como si nos fuese a tratar mejor) y apelamos a la sacrosanta Constitución cuando toca, pero contemplamos neutrales cómo la cúpula del partido que aspira a gobernar y algunos medios de comunicación mayoritarios acusan a las instituciones del Estado de conspirar para el asesinato de 191 personas más un policía con argumentos propios de La Hora Chanante como la cinta de la Orquesta Mondragón, los terroristas muertos ocultos en frigoríficos o Casio, el reloj de los terroristas. Para decir algo así como que ETA lo preparó todo para que pareciese ETA al principio, pero unas horas después pareciese que eran los islamistas, justamente para que los ciudadanos votasen al PSOE pensando que el inocente y virginal Ángel Acebes les había engañado, pero en realidad el PSOE y la SER estaban en el ajo y controlaban toda la policía de España, con el objetivo final de negociar la rendición de España ante ETA y la venta de Navarra, pues aunque en Navarra gobierne el PP y ETA haya vuelto a las armas, eso es otra gran cortina de humo, después se producirá el gran apocalipsis, o qué sé yo que le pasa por la cabeza al pobre idiota que subrayaba en el metro el libelo de Luis del Pino.

Y es que al final tenemos el país que nos merecemos.

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martes, octubre 30, 2007

Setas

Cuando este blog estaba empezando, y merecía más la pena visitarlo que ahora, escribí una entrada sobre dos abueletes que todas las mañanas, cuando yo iba a trabajar, estaban echando su partida de ajedrez en el Café Comercial de la glorieta de Bilbao, en Madrid. Todos los días en la misma mesa a la misma hora jugaban su partida. Un amabilísimo lector, Manuel, comentó más cosas sobre los abuelos:

a) Nunca juegan con otra persona. Ha ocurrido alguna vez que viendo que uno de ellos no acudia, alguien s eha ofrecido a jugar en su lugar y el otro ha hehco un fuerte gesto de extrañeza y negativa.

b) Pero además, en el Cafe Comercial hay un Club de Ajedrez (en la parte de arriba) y ellos son los unicos que pueden jugar abajo.

En esa parte de arriba, es de lo mas interesante acudir cualquier dia a ver como juega la gente. Yo he visto jugadores empezar a jugar a las 8 de la tarde y estar alli hasta la hora de cierre.

Los socios de ese Club (muy reducido) suelen jugar los Domingos por la mañana (en invierno): Son solo hombres y hay verdaderos personajes. Es un verdadero espectaculo.

Todo esto lo vi porque un día activé la opción de que cuando alguien deja un comentario blogger me envíe un mail al correo de Pierre. Una gilipollez, pensaba, porque las raras veces que actualizo no se crean que no paso tiempo dando al F5 en el curro o conectándome desde casa con alguna excusa idiota (últimamente no estoy tan mojamuto como solía). Creo que fue el Dr Malcolm, que por cierto está tratando de revivir su blog (aun con alimento de Supermodelo 2007), el que me lo dijo. Y se lo agradezco.

Porque pasan más cosas. Por ejemplo, me he enterado de que la pegatina que alumbró esta otra entrada ha sido avistada en Almuñécar, provincia de Granada, por ipon, uno de los amables y fieles lectores de este blog. “Nuestro héroe se mueve rápido”, dice. Eso, dejando aparte que la entrada de Sintel se ha convertido en una especie de foro con comentarios periódicos de gente que estaba ahí.

Dice quien escribe novelas o guiones que los personajes alcanzan una mayoría de edad a partir de la cual se desarrollan por sí solos, quedan fuera del control de su creador. Un blog es diferente. En un blog cada entrada es una seta, porque una seta es sólo el fruto visible de un hongo, que no se ve, pero que es el auténtico ser vivo. Entonces las setas salen, se muestran al mundo hasta que son arrancadas por una persona con cesta o, simplemente, desaparecen. Pero el hongo no ha cumplido su ciclo vital, sigue coleando –todo lo que pueda colear un hongo- a pesar de la desaparición de la seta. El hongo permanece, pero su forma visible dura tan poco como un soplo de aire.

Así, quizá hace mucho que no escribo una entrada de alguna de las manías recurrentes, pero eso no significa que la manía no esté así. Uno tiene su stock de obsesiones particular, al que da salida con más o menos presteza. Pero no había pensado que las entradas cobrasen vida propia gracias a los amables lectores. Y estoy encantado con la noticia, de verdad.

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viernes, octubre 26, 2007

sin palabras

Miwa Buene Monake denunció hoy que ocho meses después de ser brutalmente agredido en plena calle, su agresor, Roberto Alonso de Varga, está el libertad sin fianza, mientras que él ha quedado tetrapléjico de por vida.

Miwa Buene, un economista congoleño que trabajaba como intérprete en la Asociación Católica de Migraciones, vivía en Alcalá de Henares (Madrid) y llevaba una vida normal hasta que el 10 de febrero fue atacado por la espalda por un joven de estética nazi que le propinó un fuerte golpe en la nuca que le provocó una lesión medular que le ha dejado tetrapléjico.

En una rueda de prensa para denunciar su situación, Miwa explicó que su agresor le increpó: “Arriba España” y “eh, tú, mono, tu sitio no está aquí, tu sitio está en el zoo”.

“Yo no quería discutir -explica- porque a la derecha había varias personas y me di cuenta de que eran de su grupo porque le decían, ¡campeón déjale!, pero al cambiar de acera recibí un golpe muy fuerte y no me di cuenta de nada más hasta que me desperté en el hospital Príncipe de Asturias”, donde estuvo 17 días en coma.

“Siete meses después, el fiscal ni siquiera estaba enterado de los hechos” y “yo sólo pienso que el mismo agresor me puede hacer daño una segunda vez y que ha paralizado mi vida.

Mirelle Nyenewile, su mujer, se pregunta si la Justicia hubiera actuado igual si las cosas hubieran sucedido al contrario y si su marido hubiera atacado a un blanco en plena calle.

“Pido prisión para este chico porque mi marido sólo mueve el cuello y la cabeza. Esa es la lotería grande que me ha tocado en España. Mi vida ya no tiene sentido de nada y un chico con antecedentes anda por la calle y hace su vida”, dice Mirelle.

Copiado de la agencia Efe

miércoles, octubre 24, 2007

El Campo Dei Fiori

Después de una semana en allí y de ver un Roma-Nápoles en un bar de Roma el sábado por la tarde, con un 4-4 final, de ver a la gente decir "Vaffan culo" a sus propios jugadores. De ver entrar al típico follonero a dar por saco cuando al final del partido empata el Nápoles. Después de eso y de que Enric González haya escrito este gran artículo en El País y de publicar en un libro sus historias del Calcio, no puedo menos que copiapegar Los defensas del Campo Dei Fiori, una de sus mejores historias del Calcio recopiladas en Superga:


La plaza de Campo dei Fiori contiene el alma de Roma. Campo, donde la Inquisición hizo arder en la pira al monje-filósofo Giordano Bruno, es una de las pocas plazas romanas sin ninguna iglesia y sin ningún obelisco. La tradición del lugar es laica y un poco golfa: por la mañana aloja un mercado de verduras al aire libre, por la tarde propicia el paseo, por la noche se llena de bares y de ruido.

Cuando cierran los bares, ya de madrugada, no es extraño que alguien arroje al aire un balón. En cuanto asoma el cuero (o la bolsa llena de papeles, da igual) los antidisturbios se ponen el casco con un gesto desganado y se colocan en sus puestos: la rutina es bien conocida. Antes de que comience la carga policial y de que se rompan las primeras litronas (la coreografía está muy ensayada, no falla nunca) se permite que el balón ruede por la plaza y que se celebre el breve partidillo ritual que enfrenta a dos equipos arbitrarios (cada uno chuta hacia donde quiere) y sobradísimos de gente. Puede haber 100 o 200 personas involucradas en el juego-mogollón, carente de reglas y objetivos porque no hay porterías, y siempre se acaba igual: la policía despeja la zona, hace alguna detención simbólica y los vecinos, con un poco de suerte, consiguen dormir por fin.

Lo fascinante de esa ceremonia etílica y deportiva consiste en que siempre hay alguno que se queda atrás, a defender, con toda la atención puesta en cortar cualquier posible contraataque. Portería no hay, marcador tampoco, la juerga dura pocos minutos y el principal objetivo, se supone, consiste en abrirse paso entre la multitud y tocar el balón al menos una vez. Pero la defensa está ahí.

Parece como si el fútbol, en Italia, resultara inconcebible sin marcajes, presión y una defensa muy alerta. Incluso en la juerga de Campo. El calcio se paladea de forma distinta al fútbol de otros lugares: la tensión y el esfuerzo son más apreciados que la filigrana y la idea central, por encima del gol, es mantener la propia puerta a cero. Hagan la prueba y miren un partido italiano y luego uno inglés o español: en el segundo encuentro se tiene la impresión de que faltan jugadores, porque hay un montón de espacios libres por ahí: el centro del campo está lleno de aire y de tiempo para pensar. En Italia, el agobio invade hasta el último palmo de hierba.

Marcello, un amigo romanista, sostiene que las razones del defensivismo futbolístico italiano tienen raíces históricas. Durante unos 15 siglos, casi hasta el XX, la Península Itálica ha sido un no parar de invasiones y ocupaciones (desde los godos hasta los austro-húngaros, pasando por normandos, árabes, españoles, franceses y alemanes varios) y eso, según él, ha grabado en la memoria colectiva la necesidad de atrincherarse, resistir y buscar el golillo al contragolpe.

Es posible. El calcio, en cualquier caso, es un fútbol aparte. Esta temporada no hay ningún entrenador extranjero en la Serie A, una circunstancia única en las grandes Ligas europeas. Tampoco existen en otros países defensores como Maldini, que ayer, a sus 37 años, jugó un partidazo y marcó dos goles. Es extraño, pero con el tiempo, y sin saber por qué, uno acaba entregando el corazón al fútbol italiano. Y entendiendo a esos juerguistas de Campo que se alejan del gran barullo y se quedan atrás, con la mirada fija en el balón, cubriendo su zona, por si acaso.

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lunes, octubre 22, 2007

El deporte nacional

Yo, la verdad, siempre he sostenido que el hecho, friki en sí mismo, de que un periodista deportivo calvo y adosado a una mochila sea el gancho de una campaña de tarjetas de crédito de Banesto obedecía al otrora mal estado físico y mental de la verdadera y ahora triunfante selección española de fútbol, es decir, el Real Madrid. Será porque a mí, cuando voy en el coche y paro a por un bocata y luego veo que ese camión que adelanté hace un rato -y en el que, por algún motivo, me fijé- vuelve a estar delante, pues no me parece estar viviendo una experiencia especialmente emocionante. Pero estaba equivocado. He subestimado el calado de la Fórmula 1 en la psique colectiva española, y no porque no fuese consciente de que la peña se ponía el despertador para ver apasionantes repostajes de combustible, ni de que en el bar del pueblo se discutiese sobre la disyuntiva goma dura-goma blanda con la misma vehemencia con la que se dirimen conflictos sobre lindes, ni de que los domingos se haya sustituido el chándal de tactel por polos y chupas con logotipos de gasolineras. De todo eso ya era consciente, pero no del verdadero potencial de los cochecitos en Españaza ni de su origen último. De eso me he dado cuenta este fin de semana, a raíz de leer que un grupo de aficionados españoles aporreaba el coche de Hamilton y de que en Oviedo la gente celebrase que un finlandés con coche italiano ganase a un asturiano y a un inglés que corren con coche inglés.

La Fórmula 1 le viene como anillo al dedo al español, y de ello parece haberse dado cuenta Alejandro Agag, ese ser con aspecto humano cuyos principales activos son ser amigo de mafiosos y haber tenido los huevos de follarse a la hija de Carlos Quinto y admitirlo después. La F1 permite ejercer de experto o entendido sin tener ni puta idea, buscar las excusas más peregrinas para justificar los fracasos y sostener con fiereza inusitada opiniones totalmente infundadas, que es lo que estoy haciendo yo en este momento. Con estos tres elementos, sólo faltaba que una gran empresa ponga pasta para que un español ponga el careto.

Sobre Alonso, bueno, permítanme tirarme florecillas a mí mismo (en realidad, todo el texto es una excusa para hacerlo) con la entrada publicada el 16 de mayo de 2006.

“A Alonso le queda mucho camino para llegar a ser Carlos Sainz. Por ejemplo, su padre no ha matado por la espalda a ningún negro que le robase el bolso de Loewe a su señora esposa. Ni se ha presentado candidato a las elecciones del Real Madrid. Pero, háganme caso, el chico promete. Va a ganar este campeonato del mundo [fue lo que pasó] o quizá el próximo. Y a partir de ahí prepárense porque va a dejar a Sainz a la altura del betún. ¿Qué no dirá cuando se le joda el coche un tío que, como Alonso, gana y se queja? En serio, ardo en deseos de verlo. De hecho, ahora mismo estoy experimentando una revelación. Lo veo. Veo a Fernando Alonso quejándose. Llorando las derrotas; culpando a comisarios, rivales y compañeros de su desgracia y celebrando sus escasas victorias como triunfos personales e intransferibles (¿alguna vez vieron a Carlos Sainz reconociendo que ganó porque el que estampó el coche fue otro?). Lo veo con el premio Príncipe de Asturias prendido en la solapa pidiendo la intervención gubernamental para no pasar su octavo año en el dique seco. Y veo al Gobierno de Asturias, o al ministro de Cultura, o a otro político destapando un monoplaza financiado a pachas por los españolitos. Veo interminables telediarios explicando la conspiración mundial que ha dejado al mejor piloto de la historia del automovilismo (verán, verán qué poco tarda en llegar este nombre) sólo con dos títulos en su carrera. "Si fuese italiano habría ganado 15", dirán. Lo veo, como Carlos Sainz, anunciando su retirada por sexta vez y, como Carlos Sainz, seguir dando la vara”.

Ahora, confieso que ni en mi día más hijoputa pude soñar el espectacular rosario de lloriqueos de toda la temporada. Ni el fantástico broche de la sonrisa de oreja a oreja de Alonso y del calvo, más contentos en la derrota que en la victoria, cómodos en el papel de víctima de la maldad ajena, con el consuelo español por naturaleza de “pues mira cómo ha quedado el otro”. Celebrando, en fin, que su compañero de equipo un tío al que hace 12 meses no conocían ni en su pueblo no ha ganado el campeonato. Ah, claro, que un malo de la película ha favorecido a otro malo de la peli... No te jode, como si McLaren y los patrocinadores fuesen a ingresar lo mismo con un español sin cuello que con una mezclita de Tiger Woods y David Beckham. Como si la Fórmula 1 fuese un deporte.

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viernes, octubre 12, 2007

nacionalismo

El Roto, como siempre, glorioso.

Kapuscinsky dijo que el nacionalismo es intrínsecamente malo por la inmoralidad que supone creerse mejor que el resto a causa de residir en tal sitio y por el terrible silogismo que encierra: cuando el problema es el otro (los catalanes, Madrid, los vascos, los castellanos, los franceses, los moros...) la solución pasa, de un modo u otro por la eliminación del otro.

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miércoles, octubre 10, 2007

El libro rojo

Rafa me ha hecho, sin querer casi, un gran regalo. Es un libro con mogollón de páginas. Tiene una tapa color rojo como de novela viejuna, o una Biblia de esas que ponen en las mesillas de hostal de carretera -sería más práctico poner condones, pero allá cada cual con sus manías-. El color del papel es más oscuro que el de los libros normales. Pero no es que sea vintage ni nada de eso, es simplemente viejo y Rafa, que es un basurillas, lo recogió de un contenedor.

Iba yo con el libro en blanco en el metro, y llevaba el libro en la mano derecha con la devoción con la que llevan la Biblia los mormones disfrazados de pilotos (o los pilotos disfrazados de mormones, nunca se sabe) que solían patrullar las calles. Yo, personalmente, prefería las señoras mayores con cara de desquicidas que, cuando el joven y cándido Pierre abría la puerta de la casa paternal, preguntaban, “¿hola majo, te gusta leer?” y yo respondía, “pues sí”, y entonces alargaban su mano y me ofrecían un cómic de terror llamado Atalaya que, en realidad, no era un cómic de terror, o quizá sí lo era, pero no pretendía ser eso, sino un libro de evangelización…

Iba yo, digo, en el metro con mi libro en ristre y miraba a la gente que leía otros libros, los suyos. Y, pensaba, mi libro es mejor. Mi libro es único. Mi libro rojo y viejuno es el mejor libro del mundo porque tiene todas y cada una de sus páginas en blanco. Y no sé si escribiré algo en él, qué demonios. No sé si acabará como cuento para niños, si lo utilizaré para salvar de mi memoria de pez un puñado de recetas de cocina, para escribir tonterías peregrinas como hago en este blog o para que mi padre escriba esa novela que siempre quiso escribir, o para que las personas que pasen por mi casa no se vayan sin dejar algo de sí mismas, o para dejarlo encima de la mesa como una señal de todas las cosas que pueden estar por venir porque, la verdad, cuando uno tiene los ojos abiertos en un día normal pueden pasar tantas cosas interesantes como para llenar ese libro. O, mejor aún, el libro servirá para que un desconocido lo encuentre en algún sitio y se lo regale a algún amigo y ese amigo piense en todo lo que puede dar de sí un simple día si se tiene a mano un libro en blanco donde escribir lo que se le va pasando por la cabeza. Gracias, Rafa, majo.

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sábado, octubre 06, 2007

Burmese Days (ii)

Sinceramente, me molesta un poco eso que me dice todo el mundo. "Vaya la que has liado en Birmania, eh", aunque sé que lo hacen con buena intención, o al menos con la de hilar conversación. En realidad, no me parece mal que me lo digan, pero me siento algo violento. No sé qué se supone que debo decir, porque pienso en el viaje a Birmania, o Myanmar, y me vienen muchas cosas a la cabeza, pero por encima de todo qué habrá sucedido con la gente que nos cruzamos allí. Con el monje que estuvo hablando con nosotros en la Shwedagon Paya, por ejemplo, el primero con el que tratamos. Tenía 28 o 30 años y era del Oeste, de Rakhine, y estudiaba pali -algo así como el latín de los budistas del sureste asiático, los budistas theravada- en Yangón. Yo todavía no sabía que en Birmania la gente está siempre mascando betel, una especie de tabaco rojo, y pensé que al monje le sangraban demasiado las encías. Me explicó los días de la semana en el budismo y cómo echar agua a una imagen de un conejillo de indias traía suerte.

También pienso en la primera persona que me comentó que el día 17 iba a haber manifestaciones, un conductor de trishaw -una especie de bici-taxi con sidecar- de Mandalay, que decía que era de la Liga Nacional para la Democracia, el partido de Aung San Suu Kyi. The Lady, como la llaman con veneración todos los birmanos. O en la gente de Hsipaw, un maravilloso pueblo en las colinas Shan donde el tiempo parecía haberse parado.

O en los chicos de Bagán que me invitaron a jugar con ellos al chinlon, que consiste en mantener en el aire una pelota como de mimbre usando sólo los pies, las rodillas y la cabeza. Es el deporte favoritos de los birmanos, no tiene ganadores o perdedores -sólo si juegan con red, estilo voleibol- y cuando lo hacen en serio, por lo visto, es una mezcla de juego, arte marcial y danza, pero eso no lo vi, yo sólo vi a gente jugando para divertirse. Supongo que dentro de unos días volverán a jugar a la sombra de la acacia, pero no sé que habrá pasado con la otra gente. Con los monjes que se manifestaban en la calle Bogyoke Aung San, dedicada al héroe nacional padre de Suu Kyi. Aquella manifestación estaba tolerada y organizada. Tenía un cordón de seguridad y el único policía de los alrededores era un guardia de tráfico. Algunos extranjeros filmábamos a los monjes y éstos nos miraban y elevaban el pulgar con el puño cerrado.



Algunos de los que salen en este vídeo estarán muertos. Otros detenidos. Por eso no sé qué decir cuando me sacan el tema.

Birmania es un país increíbe, pero lo especial es la gente. Tienen la serenidad, la empatía y la honestidad que no se encuentra por ahí, una especie de inocencia que no lo es, y la sonrisa más sincera.

Pero luego te coges un avión, y mientras allí los monjes plantan cara a los soldados un taxista sucio e indignado insulta a los motoristas, y ves los bosques de grúas en los alrededores de la ciudad antes de entrar en tu pequeña casa, que increíblemente está como la dejaste, y vuelves a tu rutina y nada a tu alrededor ha cambiado, sólo el poso que te ha dejado dentro esta gente que vive en otro mundo.

P.D.- Ya sé que como cámara no tengo futuro. Ahórrense los comentarios, que ya me han dado bastante caña, y traten de no vomitar. Gracias a los que me echaron un cable para convertir el vídeo.

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